miércoles, 24 de marzo de 2010

Una brevísima historia de casi nada




Por: Füguemann

Pocas veces me he sentido así antes de comentar o escribir acerca de un libro. No creo que sean las casi quinientas páginas. De hecho tampoco se lo atribuyo al hecho de la dificultad de la obra. Aunque a muchos como a mí, incautos y alejados de la ciencia por más de una razón, que ahora me parece ilógica, nos pudiera parecer aburrido, o demasiado elevado en términos de especialización leer un libro que maneje conceptos de Física, Química, Geología, Astronomía, Paleontología, Botánica, Zoología, Bilogía y otras ciencias. Debo decir que está “Breve historia de casi todo” ha provocado en mí un mar emociones, confusiones y dere aprendizaje.

Escrito por Bill Bryson (1951 EU.), y publicado en 2003, la obra de este escritor de viajes, nos lleva a dar un recorrido, por muchos de los momentos más trascendentales de la historia de este universo, que por una curiosa e inexplicable casualidad o causalidad habitamos hoy en día.

De regreso a la niñez

Lo primero que se viene a mi mente después de haber transitado las inusitadas y cautivadoras líneas de esta “Breve historia de casi todo”, es mi niñez. Pude recordar mis acercamientos con la ciencia. Claro que de una forma bastante ligera y comprensible para un niño de ocho o diez años cursando estudios básicos. Pude volver en el tiempo, tan relativo como lo dijese Einstein cuando era tan sólo un trabajador burócrata de una oficina de patentes suiza (Pág. 122-123), y verme visitando el Museo de Historia Natural de la Ciudad de México, el Universum o el Museo de Antropología e Historia.

Recordé mis clases de historia universal, bilogía y algunas por difícil que parezca de Física y Química que tantos dolores de cabeza me provocaron en la secundaria. No sé a que se deba, si a lo ameno de Bryson o el deseo por redescubrir lo que no estaba olvidado, pero sí abandonado en algún lugar de mi basta red neuronal, pero sin lugar a dudas fue una grata sorpresa, saber que mucho, o mejor dicho bastantes ideas, teorías y conceptos ya me habían sido transmitidos de alguna manera.

Creo que si algo había olvidado, era mi capacidad de asombro. Cuando somos pequeños, andamos con una necesidad extraordinaria de saber el cómo y por qué de todas las cosas. Basta encontrarnos con algo nuevo para que ante nuestro ojos se nos abra un universo inmenso por conocer.

Dando vueltas a la mente

Lo mismo me sucedió leyendo. A cada nueva página, un sin fin de dudas se me revolvían en la cabeza. Ponerse a imaginar lo basto de universo o lo complejo de una célula, es una tarea complicada, por más cifras comparativas que se usen. Peor aún si hablásemos de protones, bacterias, quarks, microorganismos, átomos, estrellas, proteínas y todo cuanto en dimensiones descomunales existe en el universo.

Algo que sí me quedo claro, es que la ciencia está hecha a base de más errores, que de aciertos. Difícil de creer, pero cierto. Claro que también entran las serendipias, los accidentes fortuitos, y el rigor de la objetividad científica Si no me lo creen vayan, abran el libro y lean acerca de quienes estudian o estudiaron, por ejemplo, el universo.

En la Teoría de la Gran Explosión que anda rondando por ahí de la década de los años veinte, existe una anécdota curiosa. Dos jóvenes que trabajaban en Bell de Homdel (Nueva Yersey), Arno Penzias y Robert Wilson (Pág. 21-22), que sin querer encontraron la radiación que había dejado la Gran Explosión, claro que ellos no la estaban buscando, tan solo probaban una antena de comunicaciones de gran alcance, pero fueron más afortunados que todo el equipo de científicos de la universidad de Prinston, que sí buscaba está radiación, que era la prueba fehaciente de la teoría de George Gamow. “Encontraron el borde del universo”. Aunque para mala fortuna nuestra, es posible que nunca lleguemos a él y si lo hacemos, no veríamos un borde o una frontera exterior (Pág. 26).

Lo diminutos que somos

Parafraseando un poco a Bryson, puedo decir que desgraciadamente también es una coincidencia, rara e indescifrable, que yo tenga que estar escribiendo estas líneas, porque si no me hubieran concebido, a mí y a usted en el momento que se dio, y los genes no hubieran determinado nuestras características, tal vez nunca, y mejor dicho, quitemos el tal vez, sus ojos no estarían postrados sobre esta hoja.

Pero volviendo a lo diminutos que somos y lo alejados que estamos de casi todo lo que nos rodea en el universo, me siguen sorprendiendo bastantes cosas. Una de ellas son las supernovas. Para quienes desconocen como yo lo que son, éstas supernovas, escuetamente les puedo decir que se producen cuando una estrella gigante,(mayor que nuestro sol) estalla produciendo una gran explosión (Pag.38).

Pero está tan alejadas que tan solo nos llega un pequeño brillo que es muy difícil ubicar, de hecho se da tan lejos, que esa explosión se dio hace muchísimo tiempo y ha viajado a través del universo, así que ese brillo estampado en nuestro cielo, es un espectáculo digno de admirar.

Desgraciadamente nuestro desinterés y me incluyo, nos aleja de todos estos espectáculos que se dan casi todo el tiempo por encima nuestro, no necesariamente las supernovas. A qué se debe tal suceso, en verdad no lo sé. En México existen alrededor de 11 entre los que se encuentran el de San Pedro Mártir en Baja California, el Astrofísico "Guillermo Haro" en Cananea, el de la Universidad de Guanajuato, el de Tonantzintla Puebla, el de Chapa de Mota de la Sociedad Astronómica de México, el de la Universidad Autónoma de Guadalajara y unos cuantos más. La oferta en verdad es poca si nos comparamos con otros países como Estados Unidos o Canadá.

Pero lo que hace falta tan solo es enamorarse del universo y tratar de buscar en él. Sino, pregúntenselo al reverendo Robert Evans que es uno de los mejores casando supernovas. Él no cuenta con un basto equipo, ni mucho menos con un observatorio sofisticado, tan sólo es el deseo de observar el cielo desde las montañas Azules de Australia.

Lo peligroso de la ciencia

Ahora prefiero hablar y decir historia moderna o contemporánea , y no a lo largo de la historia, porque si tomamos en cuenta que la Tierra cuenta con 4, 550 millones de años (70 millones más-menos)de vida como lo indicase Clair Patterson en su estudio y medición de proporciones plomo/uranio con rocas antiguas(Pág. 154) seria muy difícil hablar de la ciencia y sus peligros.

Aunque a veces la idea general con que asociamos a los científicos, es la de hombres y mujeres bastante recatados y poco sociables, encerrados en un laboratorio y aislados de todo cuanto los rodea, vayamos a la historia y veremos que estamos tal vez equivocados en más de un concepto.

Como habremos de darnos cuenta, los hombres necesitamos entender, imaginar y tener una idea clara de la dimensión las cosas. Para ello necesitamos asociar medidas que nos ayuden a asignarle un valor comprensible a los objetos. La tierra no ha sido la excepción y a más de uno le ha costado la vida, o la cordura, aventurarse a descubrirla o medirla.

Hoy en día obtener información y datos es más simple de lo que era hace 275 años. Ahora sólo basta para quienes tienen la posibilidad de adquirir un ordenador y acceso a internet, teclear unas cuantas letras y saber que la distancia entre la Tierra y el Sol es de 149, 597, 870, 691 millones de km, y que la distancia a la Luna es de 384 400 km.

Pero en 1735 la cosas eran un mucho más complicadas. Lo fue para Pierre Bouguer y Charles Marie de la Condamine, cuando se aventuraron a tierras altas de Perú, para tratar de triangular distancias a través de los andes y así tratar de medir el tamaño de la Tierra (Pág. 51), para su desgracia casi todo el equipo falleció en el intento.

Como ellos muchos otro científicos o investigadores han muerto tratando de entender este mundo y todo lo que en él converge. El laboratorio no por ello es menos peligroso. Basta mencionar el nombre de Marie Curie para saber de lo que les hablo. Fue la primer persona en recibir el Premio Nobel en dos diferentes campos. El primero de Física en 1903 y el segundo en 1911 en Química, por haber descubierto el radio y el polonio, dos elementos altamente radiactivos. Su trabajo con radioactividad a la postre habría de quitarle la vida.

Las envidias también matan

Si ya había mencionado lo peligroso que puede ser el trabajo de campo o laboratorio que realizan los científicos e investigadores. Me hacía falta mencionar lo peligroso y ruin que en muchos casos puede ser el medio de la ciencia. Como toda actividad humana, la ciencia por muy objetiva que pretenda ser, no está exenta de envidias, plagios, desdeños y descalificaciones muchas veces infundadas por la ignorancia, o bien, la soberbia.

En el primer tercio del siglo XIX un furor estaba por comenzar. La pasión por la Geología. Fue tanto el éxito de esta nueva disciplina que se formo una sociedad capaz de eclipsar a la hegemónica Real Sociedad, casi al grado de desplazarla como primera sociedad científica de Inglaterra, esta era la Sociedad Geológica(Pág. 72). La aventura de salir al campo y coleccionar piedras trajo al mundo nuevo conocimiento acerca de la historia de la tierra, pero también serios enfrentamientos entre las diferentes corrientes que en ella había.

Los catastrofistas creían que la Tierra se había formado en virtud de fenómenos y cataclismos. Por otro lado los uniformitarios afirmaban que la Tierra se había formado a través de cambios graduales y lentos. Por risible que parezca, estas diferencias, creaban en enemigos, que duraban toda una vida al punto que podían terminar con carreras prometedoras.

Richard Owen, es quizá uno de los nombres menos agradables en la paleontología, aunque el halla sido quien acuño el término de dinosaurio. No por su falta de inteligencia o audacia, sino por su poca moral ética. Owen a lo largo de los años se dedico a destruir varias carreras, Gideon Mantell, fue quizás quien más padeció los ataques. Tanto fue la mala leche, que Owen se dedicó a borrar el trabajo que Mantell había realizado y se puso a renombrar especies de dinosaurios que ya habían sido descubiertas. Fue tanto el dolor y la frustración que Mantell decidió quitarse la vida.

Holliwood no estaba tan equivocado

Lo que a continuación voy a relatar fue algo muy curioso. Era un viernes bastante tranquilo, no me apetecía hacer gran cosa. Mis opciones no eran muchas, así que decidí ir al cine. Como es común las salas comerciales pocas veces tienen buenas películas. Pero era tal mi deseo, que no me importo ver una clásica película holliwoodense.

En la sala se anunciaba 2012, que prometía una fuerte dosis de adrenalina y efectos especiales de alto nivel. El título me sonó a una de una vieja profecía Maya que habla de sexto Ahau (Sexto Sol) y el fin de la vida como se conoce hasta hoy. En fin. Estaba yo sentado, palomitas, refresco, y ganas de pasar el rato. En menos que canta un gallo la cosa se puso dura.

Terremotos de altas intensidades, ciudades partiéndose a la mitad, magma disparándose de cualquier parte de la tierra. Los océanos desbordando y enterrando todo a su paso. París, Tokio y no podía faltar Nueva York, colapsados en unos cuantos minutos. Todo es tan rápido que nadie lo esperaba, la humanidad y las especies destruidas en un abrir y cerrar de ojos.

¿A qué viene lo siguiente? No es que sea amigo de las ideas catastrofistas ni mucho menos. Tampoco quiero decir que el churraso holliwoodense que me avente, tenga mucho de científico o éste basado en teorías dignas de tomar en cuenta, no. Lo que pasa es que esta visión de la tierra entrando en convulsión me hizo recordar, el capítulo IV “Un planeta peligroso” donde por curioso que parezca, existía muchas similitudes en lo trágico que se puede poner el asunto.

Hoy sabemos , y es una teoría bastante aceptada, que un meteoro impacto, en lo que hoy es la península de Yucatán, provocando un enorme cráter de 193 km de anchura y 48 de profundidad, que cambiaria los destinos de la vida en la Tierra (Pág.196). También sabemos que el interior de nuestro planeta es bastante caliente, tanto como para ser eliminados si algo cambia drásticamente allá abajo.

Después de esto lejos de asustarme, sólo pude preguntarme ¿qué es lo que nos queda? Somos tan vulnerables ante la naturaleza, que no podemos imaginar un mundo sin nosotros. Lo mismo puede pasar si algo del exterior cae con gran fuerza, que si desde el interior de la Tierra, todo hiciera erupción . Todo pasaría tan rápido como lo dice Bryson que ni nos daríamos cuenta. Pero la verdad es que la naturaleza no se equivoca, los que nos equivocamos somos nosotros.

La inmensidad de lo pequeño

A veces las cosas más grandes, están contenidas en lo más inimaginablemente pequeño. Las bacterias están en todos lado, se dice que son miles de billones, cifras incalculables. Son tan necesarias para el funcionamiento la vida como casi todo. Están y son parte del equilibrio biológico(Pág. 294).

De hecho son tantas y de tan diferentes tipos, que hasta los taxonomistas a la fecha de hoy, no han podido diferenciar o separar, de manera consensuada, la gran cantidad de especies o reinos de vida que existen. La vida de uno no bastaría para poder clasificarlo todo.

La mayor parte de la vida no es ni mucho menos como nos la imaginamos. Se ha dado de tantas formas y cambiado tanto a lo largo de los miles de años, que lo que hoy conocemos, tan sólo es un esbozo de todo lo que ha existido.

Cuando uno supone que somos lo más grande en la evolución, puede que este equivocado. Dice Bryson y muchos más, que las condiciones para que se diera la vida, fueron por demás excepcionales y únicas. Las cantidades necesarias de elementos como oxigeno o helio para que podamos respirar, se dieron a raíz de un proceso complejo y difícil de explicar.

La temperatura de nuestro planeta es la adecuada, nuestras capacidades físicas no soportarían una atmósfera como la de Marte o Venus, por mencionar a nuestros vecinos más cercanos. Somos el resultado de la acumulación de átomos y más átomos, de eras glaciales, de la evolución, de catástrofes y milagros de la vida, somos en suma una especie con tan corta existencia que apenas figuramos en la historia de la tierra.

A merced o mercenarios

Ya mencioné lo vulnerables que podemos ser, pero es necesario, pensar en lo mercenarios que podemos ser. Bryson nos regala dos visiones. La primera que a mi parecer es un tanto catastrofista. Nos regala comparaciones con millones de kilotones y bombas atómicas, en un supuesto cataclismo terrestre. Y otro el del hombre que arrasa y aniquila, los distintos tipos de vida a donde llegamos.

Hace muchísimos años, parecía una ofensa decir que proveníamos de los simios. Hoy eso no parece tan malévolo. Aún no sabemos de donde provenimos, estamos en una lucha por encontrar nuestras raíces. Nos nombramos homo sapiens, suponemos descender de África, aunque a muchos europeos no les guste. Un día, ponemos en el esqueleto de Lucy un australopitecino de hace 3.18 millones de años, hallado en Etiopía muchas esperanzas queriendo darle al clavo de nuestra descendencia, al otro solo sabemos que tenemos muy poco de donde saber (Pág. 421).

Siempre tendemos a preocuparnos solo por nosotros, nos preocupamos sólo cuando nos afectan las cosas. Exterminamos sin remordimiento a nuestros compañeros de planeta, ya lo hicimos con el pájaro Dodó y el Pinzon mayor del Koa, y quien sabe cuantos más(Pág. 449)

Hoy escuchamos hablar de calentamiento global y de desenlaces trágicos, de animales en peligro de extinción, de sueños para con conquistar otros mundos, de un Gran Colisionador de Hadrones y un sin fin de cosas más. Supongo que ésta “Breve historia de casi todo” continua.

Para concluir

Nuestra condición de seres subjetivos dificulta la objetividad en casi todo. El mérito de la ciencia y el periodismos, está en tratar de ser sino objetivos, sí sinceros y honestos en nuestro trabajo. Es difícil platicar de casi todo, ha Bryson le tomó casi quinientas páginas, a mi se me dificultó en tan sólo estás líneas.

Hacía mucho que un libro no me cautivaba tanto, ni me invitaba a volver a ser niño, éste me llevo a sorprenderme, pero sobre todo a seguir preguntando.#

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