lunes, 8 de diciembre de 2008

ÉBANO, EL FIN DEL REPORTERO.














Por: Fuguemann


El olor de la tinta vaciada sobre una hoja de papel, cientos de notas que sólo unidas y redactadas por quien las escribió tendrían sentido, un recuerdo, una imagen, un suspiro llevado hasta el límite y la pasión por querer ver otras vidas, no son más la labor de un reportero.
Hoy estamos sumergidos en la vorágine de la información, en el síndrome de la prisa. Un proceso que no es nuevo pero parece haberse intensificado a partir de la segunda mitad del siglo XX. Los avances tecnológicos y los cambios sociales, coadyuvaron a cambiar la relación del hombre y su mundo, cada vez más fría, cada vez menos comprometida.
¿Será que el fin de los grandes reporteros está llegando...?

Para Ryszard Kapuscinski considerado como uno de los mejores reporteros del siglo XX “El valor de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz para que la gente vea como corren a ocultarse”

Pero qué difícil es hoy en pleno siglo XXI poder prender aquella luz. En el caso de los periodistas encontrar el interruptor es más complicado, pues en medio del torrente mediático, llegar a ser el primero y no el mejor, es mucho más valorado.

Hace cincuenta años, la efervescencia de las luchas y los grandes cambios sociales contagiaban todo el mundo. Desde la húmeda de la Sierra Maestra en Cuba hasta el asfixiante desierto del Sahara en África, la recomposición política, social y económica detono en cientos de movimientos armados. En ese entonces el trabajo de un reportero parecía no estar tan mordisqueado por el tiempo, aunque ya mostraba indicios de ello.


Un ejemplo de aquellos reporteros y esas grandes historias hoy cada vez más escasas, lo regaló el polaco ganador del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades Ryszard Kapuscinski en su libro “Ébano”. Narrado con profundo coraje y una visión consciente de la “otredad”, de todos y cada uno de esos mundos que coexisten en este mar de culturas, conocimientos y razones.

A lo largo de 340 páginas Kapuscinski hace lo que para él, todo reportero debe hacer: “infiltrarse, encontrarse adentro, narrar con reflexión y profundidad”. Pero a diferencia de la gran mayoría de periodistas que hoy en día se encuentran laborando en los medios de comunicación de masas, Kapuscinski es un freelance, un reportero libre, que trabajó a su ritmo y tiempo, algo que le costó muchos años de arduo esfuerzo.

A raíz del surgimiento y expansión de Internet todo se parece haberse acelerado, en especial la clase de profesionales que producen imágenes para el resto de la sociedad: periodistas, editores, diseñadores publicitarios, programadores, etcétera. Todos emocionados con lo que esta nueva plataforma de comunicación ofrece y potencializa, interconexión, enlaces, descargas, comunicación en tiempo real.

Todd Glitin reconocido profesor de periodismo y sociología de la Universidad de Columbia y autor de varios libros entre, ellos “Enfermos de información”, analiza este fenómeno de la velocidad en la información: “Una sociedad rápida produce gente rápida que, en todos estos sentidos produce una cultura rápida”

¿Qué quiere decir lo anterior y en qué afecta el trabajo de un reportero? Los consumidores de información demandan cada vez más la velocidad de ésta y las grandes agencias información se disputan el título de la más veloz. Pero tener primero la noticia no garantiza tener el mejor contenido.



Para que un trabajo periodístico como el que Ébano presenta, debe existir tiempo, coraje, determinación y un amplio sentido humanístico. Narrar la vida de algunos lugares, personajes de un continente como el africano, no es menuda tarea, si tomamos la versión que el autor nos brinda, África “es todo un océano, un planeta aparte, todo un cosmos heterogéneo y de una riqueza extraordinaria. ( …)África no existe)”

Los caminos del África indomable están plasmados en cada hoja, en cada verso, en cada instante. Un trabajo como este le llevo a Ryszard Kapuscinski casi la mitad de su vida. Un ir y venir constante por senderos difíciles son la constante de toda la obra, qué más que una crónica es una estampa de vida.

Corría el año de 1957 cuando por primera vez Kapuscinski visitó el llamado continente negro. En ese entonces corría una “fiebre libertadora” desde Libia hasta Sudáfrica los hombres que durante siglos habían sido oprimidos y esclavizados por los europeos iniciarían las batallas por conseguir su libertad.

A diferencia de muchos otros reporteros que cubrían los conflictos de la guerra, Kapuscinski no contaba ni con la mitad del capital que los enviados de Reuters o AP u otras agencias podían utilizar. Si bien el dinero no lo es todo y las monedas no cubren el talento y el olfato reporteril, el efectivo en una guerra ayuda bastante.

Hoy, poder competir con alguna de esas grandes agencias de información resulta casi imposible. Tienen tan acaparado el mercado y tantos recursos que se dan el lujo de tener corresponsales en casi todo el mundo. Para un periódico como los que hay en México es mucho más barato comprar la información de estas agencias, que enviar a un periodista a cubrir el suceso.





La información se globaliza y convierte en un producto poderoso y bastante rentable.


Pero Ébano no es una noticia, más bien es una mirada profunda a sus ciudades y aldeas, a su gente y a su historia, aquella que es una cruda realidad, una intensa lucha de los hombres contra los hombres y una batalla diaria por sobrevivir en algunos de los rincones más inhóspitos de éste planeta.

Allá donde la vida parece detenerse y ceder a los estragos de su misma condición perenne, Kapuscinski lo mismo se está en el epicentro de un conflicto en Zanzíbar que luchando contra la malaria o paludismo, una enfermedad que hoy en día sigue azotando los países africanos.

Cada año 350 millones de personas contraen la malaria, de ellas un millón morirá. En África el paludismo es responsable de una muerte ocurrida cada 30 segundos, una cifra alarmante pues desde hace varios años los tratamientos son cada vez más efectivos. El 90% de estas muertes se dan en el África subsahariana. Lo contrastante es que los gobiernos africanos por muchos años se han enfrascado una batalla por el poder y no por combatir este mal que afecta principalmente a los niños.

Kapuscinski contagiado por este mal relata “desde el interior de una montaña de hielo” los síntomas de su “viaje místico” y la angustiosa riña del cuerpo contra el interminable frío y el dolor que deja sentir. Después de la malaria vino la tuberculosis (la enfermedad infecciosa más prevalente en el mundo). Para su atención se necesitaba un vasto tratamiento que resultaba costoso, un mes de estancia en un hospital de esos que casi no existen en Dar Salam costaba más que un mes de su sueldo.

Pero ante la adversidad los grandes reporteros no se vencen. Primero está la necesidad intrínseca de cumplir el sueño de una vida, ser testigo de la historia y poder con sus medios narrarla al mundo.



¿Será que estos sueños hoy en día se han esfumado y Kapuscinski fue uno eso últimos grandes reporteros? Yo creo que no, pero todos deberíamos aspirar a eso. Si bien “Los cínicos no sirven para este oficio” quienes ejercen el periodismo están en una lucha constante, de poderes, intereses, tiempos y espacios.

Cubrir sucesos de la magnitud de aquellos que se dieron en África a mediados hace tan solo cincuenta años, representa un enorme gasto, pero más un alto riesgo. Aunado a esto existe un grave problema, la formación que se da en las universidades parece no estar a la altura de los grandes cambios y sucesos que vive el mundo, cada vez es más evidente la falta de ética y el compromiso social de los egresados.

En México existen alrededor de 72 mil estudiantes de comunicación según un estudio del Departamento de Ciencias de la Comunicación de la UDLAP de los cuales tan sólo el 4% de estos se emplea en algún medio. Las fuentes de trabajo son insuficientes y las que existen poco pueden hacer ante las grandes corporativas de la información.

“El beneficio de una economía rápida es evidente. El capitalismo prospera con la velocidad, porque como lo observo Benjamin Franklin hace más de dos siglos, el tiempo es dinero”.

Si el tiempo es dinero y el dinero mueve el mundo, cada vez será más difícil poder ejercer un trabajo sin contaminación de la prisa informativa. ¿Pero cómo lograr poner resistencia a este fenómeno? Kapuscinski nos da claves que debemos tomar en cuenta.
Tal vez hoy no existen tantas guerras, revoluciones e independencias como las que Kapuscinski cubrió, pero es indudable que el mundo sigue corriendo y como ente dinámico se sigue transformando día a día segundo a segundo.



En ébano encontramos una visión histórica del continente. Se refleja en muchos sentidos la mentalidad del africano, pero como una sola África no existe, también se da cuenta de los muchos tipos de organización social, ritos y creencias que hoy sustentan su presente.

En los largos caminos del África indomable Kapuscinski es capaz de vivir la independencia que muchas naciones alcanzaron. Después de vivir bajo el yugo colonialista de países que se ensanchan bajo el estandarte de libertad como Francia e Inglaterra por citar solo algunos. Los africanos vivieron otro tipo de dominación, la de los nuevos ricos, aquellos que después de llagar al poder, conocieron los beneficios que la burocracia les otorga.

Idi Amín (Uganda), Samuel Doe (Monrovia), Omar al-Bashir (Sudán), Agathe (Ruanda) Mengitsu (Etiopia) son tan solo algunos nombres de los muchos que llevan bajo su recuerdo los ríos más caudalosos de África, esos que no llevan agua sino sangre.

Los anteriores son ejemplos del “miedo y la venganza que está profundamente arraigado en la mentalidad africana, que la sempiterna ley del desquite desde siempre ha regido allí las relaciones humanas, tanto entre personas como en clanes”.

Mucho del pensamiento africano es el reflejo de las políticas que los países que se hacen llamar de primer mundo, han aplicado durante décadas a los países menos favorecidos. En el mundo de las divisiones, el color de la piel ha sido un factor de segregación racial y social. El Apartheid Sudafricano y muchas otras políticas de segmentación étnicas es el símbolo de la mezquindad y ruindad que el hombre puede alcanzar.




La información es poder.

“En África antes de la segunda guerra mundial los habitantes no tenían más fuentes de información que lo que le dice el vecino o el jefe de estado. De manera que todo lo que se sabe del mundo se reduce a lo que él mismo ve en las proximidades de su casa”.

Después de la guerra los combatientes africanos regresaron con una nueva visión del mundo, “se dieron cuenta que los blancos no eran invencibles”. Con esto y la nueva filosofía del Panafricanismo el cual promovía la hermandad de las naciones africanas y la liberación del continente, los países no tardaron en luchar por su independencia. Esta ideas fueron creadas en gran parte por Alexander Crummell, Web Du Bois y Marcus Garvey.


Si la información realmente es poder, entonces no es difícil adivinar porque la lucha mediática acapara los medios de información a nivel mundial. Las noticias se necesitan al instante, un minuto o segundo puede marcar la diferencia y costar millones en efectivo. Es por eso que los reporteros cada vez están más habidos de instrumentos tecnológicos que faciliten la velocidad de la transmisión de la información.

En nuestra sociedad quien no está informado ya no al día, sino al minuto parece rezagarse. El trabajo debe ser rápido, ser veloz es sinónimo de eficacia. Hoy vagamos por el camino de lo superfluo, y lo pasajero, pocas cosas parecen perdurar, no nos detenemos ante la reflexión.

Pero si Kapuscinski hubiera adoptado tales formas, y no se hubiese adentrado al corazón del África, con su gente, su magia, con sus enormes ciudades de deshechos y sus interminables despojos, tal vez nunca habría escrito Ébano.


Que distantes parecen los mundos que Kapuscinski relata en su obra, donde “la vida se detiene a medio día” por la brutalidad con la que el sol azota lo mismo las grandes planicies de Somalia o las interminables dunas del Sahara. Que apartados se imagina la gran sabana africana donde el “espíritu de África” “camina y reina, allá donde al elefante no lo puede vencer ningún animal”

Y así debe ser, al reportero no lo debe vencer ningún animal, ninguna corporación y mucho menos el tiempo, el interminable tiempo…

Es difícil imaginar un continente tan devastado y carcomido. África es la versión más descarnada de la lucha de los hombres, ésta en la que pocos ganan y al contrario muchos pierden. África con sus grandes extensiones de tierra, África con sus miles de guerras, África con su magia, África con su orgullo, sigue en pie…

Si el fin de los grandes reporteros no ha llegado, si en el mundo aún existen interminables historias, igual de fascinantes e igual de crueles, deben ser contadas. La lucha está en cada hombre, mujer que se aventura a lo desconocido, a lo que no se ha narrado porque nadie ha tenido el valor de hacerlo, he ahí la oportunidad de todos, mí oportunidad.

NO TENÍA MIEDO



Por:Fuguemann

El perfil.

Su campaña termino el mismo día que comenzó. Alejandro Zenón Fonseca Estrada mejor conocido como “El padrino Fonseca” era un tipo alegre, sonriente y con gran carisma, quienes lo conocieron no dudaron en hablar de su gran amor por su estado natal, Tabasco.

Jandro como lo llamaba su familia, conducía uno de los programas con mayor audiencia en sureste mexicano. Transmitido por el 88.5 de la cadena EXA FM Tabasco el programa de “El padrino” lo mismo era escuchado por niños y jóvenes que gente adulta. De corte juvenil y con horario de 5 a 8 de la mañana la emisión era acompañada de música pop y patrocinada por decenas de “socios corporativos” (anunciantes).

El Padrino Fonseca se caracterizaba por su gran sentido del humor y era aceptado por gran parte comunidad tabasqueña. “Grupo el padrino” es la empresa que había creado a su regreso del estado queretano, donde Alejandro estudio la carrera de Ciencias de la Comunicación y recibió el mote con el que todos lo conocían.
Mucho del éxito de “El padrino” se fue dando después de que Andrés Granier Melo el actual gobernador de Tabasco tomara posesión de su cargo. Alejandro era el encargado de animar las presentaciones de campaña del entonces candidato tabasqueño. Después Fonseca Estrada llamaba al gobernador “el químico” y lo apoyaba dentro sus transmisiones.

Al padrino le gustaba salir los sábados en su convertible rojo disfrazarse con una máscara de Santo el enmascarado de plata y gustaba de ayudar a la gente y tomarse fotos con los niños. En tres ocasiones él mismo capturó a ladrones de carteras que operaban en la zona centro de la entidad.
Era un tipo alegre, fiestero, lleno de amistades y con una posición social bastante cómoda.

La muerte.

Con la creciente ola de secuestros, muertes, y enfrentamientos entre grupos delictivos, el edén tabasqueño también fue salpicado por la violencia que recorre todo el país. Esta situación era algo que preocupaba al locutor. Aunque de tono más amable y ocurrente por el tipo de programa que conducía, “el padrino” expresaba su preocupación lo mismo entrevistando a un funcionario del gobierno del estado que a un radioescucha.

El pasado 23 de septiembre Alejandro Xenón Fonseca y grupo el padrino comenzaron la campaña “no tenemos miedo” que duro tan sólo unas horas. Como lo había anunciado por semanas “El padrino Fonseca” arrancó una acción conjunta con los habitantes de Villahermosa Tabs. Lo que pretendía era crear consciencia en varios de los sectores de la comunidad tabasqueña ante el miedo, el crimen y la corrupción que se vive en el estado.

“Tabasco está de pie y viviremos de pie”, “No al secuestro, al miedo, a la impunidad y a las mentiras”, “No queremos más leyes, queremos que se cumplan” son algunas de las frases que fueron escritas sobre las mantas que se colocaron ese día.

La cita se programó a las tres de la tarde, el calor acogía como casi siempre la ciudad del edén, el sol estaba en plenitud provocando el sudor de los presentes. En el cruce de Adolfo Ruiz Cortines y Paseo Tabasco, las dos principales avenidas de Villahermosa “el padrino” iniciaba con el apoyo de la gente su campaña.

Poco a poco la gente fue llegando, los que circulaban en sus automóviles apoyaban con el sonido de sus cláxones. Fonseca con la ayuda de su gente poco a poco fue colocando las mantas. Gracias una gran escalera cada mensaje era colgado de los postes que custodian este crucero.

Todo marchaba en orden con forme la tarde fue avanzando y la noche se hacía presente. Pero cuando “el padrino” colocaba una manta que decía “Dios es más grande que cualquier juez y cumple su palabra, doy gracias a Dios porque la batalla será dura y difícil pero él nos hará vencedores” todo cambio repentinamente.

Alrededor de las nueve de la noche, cuatro sujetos que transitaban en una camioneta Patriot de la marca Chrysler descendieron para amenazar al locutor “bájate de ahí” le gritó uno de los tipos, “el padrino” se negó, nuevamente lo amenazaron pero este volvió a negarse. Después uno de los delincuentes sacó una escuadra R-15 y disparó sobre la humanidad de Alejandro que de inmediato soltó la manta para caer gravemente herido.

Los tipos abordaron la camioneta y huyeron del lugar. “El padrino Fonseca” fue llevado a una clínica particular por su chofer. Ahí nada pudieron hacer, pues la bala que atravesó su estómago lo hirió de muerte.

La investigación.

Al día siguiente poco se habló del tema. La emisión de ese día no se transmitió y su programa desapareció para siempre.

Con la muerte del locutor de 33 años de edad nuevamente el país fue sorprendido, quién se atreve a alzar la voz en contra de la delincuencia será callado o al menos eso parece. Un locutor de un programa pop, un ama de casa, un estudiante o quien sea hoy en día ya no está seguro.

El pasado 23 de octubre fue capturada Nicole Aguilera alias “la chanchuflas” de 18 años edad, cuando perpetraban un robo. La joven al ser puesta a disposición de la Procuraduría General de Justicia del Estado de Tabasco (PGJT) abriría una de las puertas a la investigación por el homicidio de Alejandro Zenón Fonseca, que, parecía estar atorada.

Según el informe de la Procuraduría, la chanchuflas pertenece a una de las células de los Zetas que operan en Tabasco y confesó haber visto el 23 de septiembre a “el padrino” colocando unas mantas en la ciudad de Villahermosa. Después de esto Nicole Aguilera dio aviso a “el pitufo” quien hasta el día de hoy es el supuesto responsable por el homicidio de Fonseca Estrada.

Ricardo López Ortiz alias “el pitufo” fue capturado el pasado 30 de octubre. López Ortiz según la (PGJT), pertenece al Cartel del golfo, y era el encargado de controlar a un grupo de sicarios de "Los Zetas", dedicados al secuestro, extorsión, narcotráfico y asesinatos en la zona del sureste mexicano.

A su detención le fueron asegurados 11 inmuebles que utilizaba este grupo como casas de seguridad, armas de uso exclusivo del ejército, uniformes de tipo militar, y narco mantas con mensajes dirigidos al presidente de la república Felipe Calderón, donde lo acusan de proteger al cartel del chapo Guzmán y el Mayo Zambada.

Con esto según la (PGJT) se dio un buen golpe estas organizaciones, pero así como en Tabasco, la gente del todo el país tiene miedo, temor a salir a la calle, a denunciar a alzar la voz cuando sufren delitos como el secuestro o la extorsión.
Alejandro Zenón Fonseca Estrada se atrevió y hoy descansa junto a los restos de su padre.

Por su parte la Familia de Alejandro familia, no quiere saber si en verdad son ellos los culpables, pues confían en las investigaciones. Lo único que desean es que se recuerde a Jandro, como lo que para ellos fue, un tipo comprometido con su gente que sólo deseaba un mejor Tabasco un mejor país.

MALAS NOTICIAS QUE VIAJAN RÁPIDO (MOURIÑO)



Por: Fuguemann

1, 2, 3, 4…
Dicen que las malas noticias llegan rápido, el Presidente Felipe Caderón debe saberlo bien. En la mayoría de las estaciones de radio y canales de televisión la noticia de que un Jet cayó sobre la Ciudad de México acaparó de inmediato la atención de millones de personas.

Los datos son inciertos y existen más preguntas que respuestas…
Los celulares sonaban por doquier y los flashes de las cámaras no pudieron iluminar tan sombrío escenario. Cientos de elementos de seguridad resguardaban la zona del impacto. Un Laer Jet 45, matrícula XC VMC, de la Secretaría de Gobernación cayó a unos cuantos metros del cruce que forman dos de las principales arterías de esta enorme ciudad.

Las avenidas Reforma y Periférico parecen zona de guerra, un “territorio comanche”. El ejército y la Policía Federal han acordonado el lugar y éste no parece más una lujosa zona de empresarios acaudalados y tiendas de élite mundial.
A medida que transcurre el tiempo las especulaciones crecen y el bullicio se esparce, lo mismo que el hedor de la tragedia. La noticia se confirma, a bordo de la aeronave viajaba el Secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño, José Luis Santiago Vasconcelos, ex titular de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO)

10, 11, 12, 13,14, 15…

La velocidad en que hoy viaja la información es sorprendente. Al lugar han llegado decenas de medios de comunicación. Desde las pequeñas grabadoras de voz, hasta camionetas con tecnología Satelital han sido llevadas. Quien quiere la mejor noticia debe sufrir los empujones y ser lo bastante hábil para colarse por los cordones de protección.

Esto parece más un mercado que un accidente…
Las intermitencias azules, rojas y blancas se disparan por todos lados. Son las torretas de los vehículos que quieren abrirse paso, pero en el lugar no sólo hay policías, soldados, médicos y medios de comunicación, también hay curiosos que insistentes buscan saber que paso.

25, 26, 27, 28…

Cuanto más cerca del accidente, más penetrante ese olor que lo corroe todo. Sobre el suelo una densa capa de ceniza que se levanta a cada paso de los bomberos. El incendio ha sido sofocado, pero la pestilencia permea el lugar. Por lo menos quince vehículos se pueden ver calcinados, convertidos en deshechos, rescoldos del infortunio.

De los postes cuelgan cables de alta tensión que el Jet se llevo a su paso, algunos puestos se encuentran deshechos, y los edificios que son fieles testigos están bañados por las cenizas. Por el suelo se encuentran esparcidos los restos de la nave, los autos y todo lo que se encontraba en el lugar y fue arrasado la hora del impacto 6:40 pm.

39, 40, 41, 42…

Las personas siguen llegando, todos dicen tener influencias, pero pocos pueden pasar. Un helicóptero de la guardia presidencial rodea el lugar por todo lo alto, mientras las noticias siguen fluyendo.

El presidente Calderón dará un mensaje a la nación se escucha decir. Mientras al lugar llega el jefe de gobierno capitalino Marcelo Ebrard, escoltado por un gran dispositivo de seguridad. También lo hacen algunos diputados y senadores, los cuales sí pueden ingresar.

En México hasta para ver un accidente se necesitan palancas…

57, 58, 59, 60…

La noche está en plenitud y un gélido aire corre por el lugar. Del otro extremo de la calle Ferrocarril de Cuernavaca donde el encargado de la política interna del país Juan Camilo Mouriño ha perdido la vida, se encuentra la ciclo pista. Por lo menos cuarenta metros existen de distancia al lugar del impacto y también los estragos se hacen presentes.

Por el suelo restos de cuerpos humanos yacen sobre la cera. La imagen es impactante para muchos y morbosa para otros que apurados toman imágenes. La carne está al rojo vivo y se mira lo que parece ser una porción de una pierna. Los peritos comienzan a contabilizar el desastre.

Un poco más lejos varias vísceras igualmente están sobre la zona. Los camarógrafos pueden captar de mejor manera lo que ante sus lentes parece una masa roja. El zoom permite observar lo que es una parte del cerebro de alguien. Ver a través de la cámara agudiza la conmoción y reafirma lo que todos reflejan en sus rostros, la impresión que causa ver la muerte tan cercana.

76, 77, 78, 79…

El tiempo pasa, lo mismo la gente. En el lugar los elementos del grupo de granaderos comienzan las labores del desalojo, la masa de reporteros comienza a ser replegadas, muchos a disgusto gritan, otros simplemente evitan los escudos.
El peritaje de la zona devastada comienza, se siguen contando los restos y tomando muestras para el reconocimiento de los que fallecieron. El dato de que existen cuarenta personas heridas a parte de las nueve que viajaban en con el Lar Jet comienza a circular.

82, 83, 84, 85…

La euforia de horas antes se ha desvanecido, muchos de los reporteros comienzan a retirarse. Los soldados y policías siguen firmes. El frío es aun más severo y los peritos siguen contando.

Hasta donde se puede observar llevan ya 86 fragmentos de cuerpos hallados. Cuesta trabajo creerlo, pero los números que han ido colocando los peritos ante cada rescoldo humano, no mienten.
86…

Dicen que las malas noticias viajan rápido, hoy todo México lo sabe·

domingo, 31 de agosto de 2008

Blues de cañerías
















La noche está lluviosa, melancólica, llena de embriagues. Es una noche perfecta para acompañarse con blues, whisky y una mujer desnuda, ardiente y totalmente entregada. Pero en cambio ¿qué tienen ellos?, nada, absolutamente nada. Excepto ese olor putrefacto, y la "música de cañerías", esa que tocan las ratas y armonizan las cucarachas hundidas bajo la mierda de esta enorme ciudad.

Es la ciudad de México, esta inmensa urbe donde todo se puede, menos dormir. Allí están ellos, con su andrajosa imagen y sus calavéricos cuerpos, sedientos, drogados y sintiendo como los jugos gástricos carcomen lo poco que llevaban dentro.

Su hogar, si es que se puede llamar de esa forma, es una alcantarilla, justo debajo del puente que cruzan la av. Insurgentes y Montevideo. Un lugar insípido y sombrío, falto de toda luz, cualquier bocanada de aire mínimamente sano, es impensable.

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El Richard es el mayor de los chicos que comparten está inmunda morada. Su mirada extraviada refleja con esos enorme ojos, el desprecio que tiene con justicia por la vida, esa misma que le ha negado todo. Le negó una familia, una casa y una educación formal. Es un chico de 19 años que aparenta por lo menos 30. De cuerpo escuálido, ceja tupida y enorme sonrisa El Richard advierte

- Tengo que velar por mis chavos, la tira es gandalla y no falta el puerco que nos quiera chamaquear.

Y es que vivir en las calles es difícil, no sólo por que hay que lidiar con la policía, el hambre y la intemperie del clima, a eso debemos sumarle la indiferencia de la gente, que tal vez sea la peor de las bofetadas para ellos.

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La lluvia sigue cayendo con total frenesí y en la obscuridad del cielo se dibujan furiosos rayos que estremecen los pequeños cuerpos de estos niños, que parecen más valientes que los mismos hombres que circulan cobijados por sus autos en esta larga avenida.

A lo lejos van quedando aquellas luces rojas que se llevan los sueños de un lugar caliente y seco donde dormir. Allí en las coladeras, el agua comienza a estancarse, lo mismo la esperanza de estos chicos por tener una situación de vida mucho mejor.

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El rata es un niño, desgraciadamente el chemo no permite que se pueda comunicar con total entendimiento. Nadie sabe su edad y es que El Rata llegó como muchos, sin una historia, al menos no una que quiera recordar. Y como muchos se irá, por la nada, escribiendo una historia a diario, a cada paso.

Lo único que emula el penetrante olor de estas cañerías, es la estopa que cada uno trae consigo. La sujetan con fuerza, como si ésta fuera el único objeto que realmente tuviera valor en su vida. Y como negarlo si a ella es la única cosa que le tienen afecto.

-Ésta madre me hace olvidarme de las cosas, ¡ni hambre me da! - con dificultades dice El Rata.

Ahora después de un largo día aquellos ojos perdidos, de pupilas dilatadas comienzan a cerrarse y con ellos la noche también.

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El concierto de gotas y de la "música de cañerías" comienza a disminuir, las calles son como ríos que se llevan todo lo que ha queda sobre el pavimento, menos a ellos, los chicos que la viven y la sufren como nadie más.

La ciudad sigue despierta, aunque ahora parece hipnotizada por ese blues que nunca pudieron escuchar...

viernes, 25 de julio de 2008

¿?


Sentado frente a esta máquina me pregunto, ¿quién es más estúpido?
Yo por estar escribiendo algo a quien nadie le interesa,
O ellos por no darse la oportunidad de leer algo realmente bueno.

La verdad es que todos sabemos la respuesta…

jueves, 12 de junio de 2008

Luces de Cabaret



La ciudad ahogada en la noche, unas luces neón queriendo iluminarlo todo. Sobre la pista de baile unos tacones se deslizan al compás del Son y el Guaguancó que en lo alto del salón interpreta la Sonora.

Este Distrito Federal es la urbe que lo puede todo, pero nada lo hace. Enclavados en las calles del centro histórico y sus zonas aledañas, respiran y sudan múltiple centros nocturnos algunos de ellos conocidos como cabarets.


El escenario está bañado en rojo, por unos focos tan incandescentes como el ambiente mismo. De las paredes se descuelgan las historias que ahí se han vivido y que aún se pueden contar. Sobre las mesas las botellas de vino, y sobre el vino, sedientas gargantas.

Cabarets los hubo y los hay de muchos tipos, desde el Cabaret Voltaire, cuna de los Dadaístas, capital de vanguardia artística, hasta el Cabaret Burbuja mítico centro de baile en la colonia Doctores.

Ellas, las del escote pronunciado, las de la cadencia al bailar, las de piel firme y las que no, las de los muslos impetuosos, las que no tienen nombre. Ellas, sí, ellas son las que dan vida y alegría a este lugar.

Como todo en México el cabaret tomó un rostro propio, con características únicas, bien mexicanas. La vanguardia artística, y la sátira política ya no son más, porque cedieron su lugar a las luces de cristal y la orquesta tropical.

El calor se acrescenta a medida que ellas se desparraman por la pista. El sudor comienza a escurrirse, los cuerpos se contorsionan y me gustaría decir que el humo del cigarro igualmente danza por el aire y se puede respirar, pero una reforma a la ley de protección a la salud de los no fumadores me lo impide.

La música es por momentos ensordecedora, parece tallar con rabia los oídos. Las mujeres del lugar, a las que muchos nombran ficheras, esperan impacientes sobre una larga fila que luce como un gran escaparate. Las hay de muchos tipos, dicen por ahí que en gustos se rompen géneros.

Veinte pesos pueden no ser nada, o al contrario pueden ser mucho. Veinte pesos es la diferencia entre poder llevar comida a casa y quedarse esperando una oportunidad más. Veinte pesos bastan para poder bailar, veinte pesos cuesta soñar con ellas, veinte pesos valen unos cuantos minutos en que los que el baile se vuelve el único lenguaje.

El alcohol fluye, es sangre constante, es un río en el que navegan la lujuria y el deseo. El labial contrasta y enmarca esa piel morena. Laura mejor conocida como la flaca parece aburrida. Su mirada denota pasividad y una calma ligera que sólo regalan los años, mismos que le han enseñado a “lidiar con borrachos y calientes” como ella lo dice.

-Cuando una conoce la vida de noche es difícil sorprenderte de las cosas, acá se ve de todo, peleas, drogas, sexo, amor ,de todo lo que te imagines.

Cuando la flaca comenzó en esto, todo era diferente. Cuenta que los hombres vestían elegantes, con el calzado bien lustrado, tanto así que parecía brillar. Las camisas iban bien planchadas con largos cuellos y mancuernas. Los trajes estaban impecables y el cabello bien peinado, así hasta gusto le daba bailar.

-Hoy es diferente, viene de todo. Desde el clásico licenciado entacuchado, hasta los jóvenes más calientes (sonríe). Yo hago esto porque en verdad me gusta bailar y creo que es una buena forma de ganarse la vida honradamente. Llevo treinta años y espero cumplir otros treinta más.

Otra orquesta se monta al escenario, dos trompetas, un teclado, la guitarra, el bajo y las percusiones quieren sonar. El ritmo se acelera y la gente parece cada vez más suelta. Un tipo delgado, con el rostro plagado de una sonrisa, y bastantes canas, menea por completo su lánguida figura. Sus movimientos transmiten sabor y unas ganas de bailar enormes.


Cuando uno está ahí en el cabaret, el tiempo parece nunca transcurrir. La vida afuera se detiene y la energía que antes emanaba de las calles, avenidas, personas y maquinas se convierte en fiesta pura. La embriagues no es más que una constante, y aquellos veinte pesos ahora lo valen todo.

La flaca ha bailado muchas veces, lo hizo ayer, hoy y lo hará por treinta años más. Mientras halla música, una pista y esas luces neón queriendo iluminarlo todo, ella y ellas, seguirán deslizándose sobre sus tacones, se untaran el labial y dejaran que nosotros sigamos soñando con ellas.

viernes, 16 de mayo de 2008

El rescoldo de los cuerpos.



Por:Fuguemann

 

Cuando A despertó, no encontró más que el rescoldo de los cuerpos. Era una mañana fría, el poco aire que se respiraba en su habitación, se encontraba cargado de cierta pesadez, era denso,  poco más que la neblina que ese día cubrió la ciudad donde vivía.

 

Cuando abrió los ojos, miró sobre  su techo una figura lánguida que parecía escurrirse sobre el tirol casi inexistente, de esa humilde y asquerosa pocilga a la que ella llamaba hogar. A en primera instancia tuvo cierto desconcierto, mismo que desapareció cuando esta tuvo a bien estirar su cuerpo y retirar las legañas que nublaban su mirada.

 

Pensó que estaba loca, que la imagen observada no era otra cosa que un alucinamiento provocado por la borrachera del día anterior. Acompañado a esto le vino un incesante dolor de cabeza, un martilleo  doloroso que recrudecía todo lo que ante  que su vista  aparecía. Una copa rota, la botella de vino derramada sobre la alfombra y un estuche de maquillaje barato, eran los objetos más cercanos a su temblorosa humanidad.

 

Giró su cuerpo, buscaba ansiosamente algo que desvaneciera la chingada resaca. Deseaba un trago, otra cerveza o en el último de los casos un alka zeltzer, lo que fuera, con tal de enterrar tanto malestar. Nada, tal  y como en su vida se le concedió. Lo único que encontró al estirar su mano, fue un cigarrillo roto. Eso era mejor que nada, así que no dudo en encenderlo.

 

Mientras el fuego del cerillo encendía la colilla e iluminaba el rostro desganado de A, ella comenzaba a hilvanar las ideas, trataba de recuperar los recuerdos de la noche anterior. El esfuerzo provocaba nuevamente los embates de la cruda, pero eso no impidió recordar lo ocurrido.

 

A llegó a Barfly alrededor de las once de la noche. Vestía minifalda roja, tan diminuta que anunciaba la delicia de sus piernas, la fuerza de su juventud y la firmeza de su carne. Un escote que invitaba  a la lujuria y a las ensoñaciones  más oscuras  de todos y todas cuantos en el bar se encontraban.

 

Su caminar denotaba la cadencia de quien se sabe deseada, añorada. Llegó hasta la barra, allí encontró a un tipo alto, fornido, de cabellera larga, con  la ceja tupida y unos labios gruesos, como todas sus facciones. Lo saludó con un largo beso, sus lenguas se enredaron tan fuerte que sólo un suspiro de ella, logró separarlas.

 

 

A pidió lo de siempre, un escocés doble. Cuando lo sorbió sintió hasta las entrañas un ardor prolífico, una quemazón fructificante. Sabía de la nobleza que el whisky ofrece, la hizo suya y revivió su ánimo. El tipo bebió lo mismo, a una voz el líquido se esfumo del vaso. Su rostro se inmutó, sólo una mirada profunda, clavada sobre los frondosos pechos de A se hizo presente.

 

Ella, inmediatamente tradujo lo que esos ojos lujuriosos le solicitaban. Dueña incompletamente de si, entre la embriagues y el deseo, colocó su mano sobre el miembro de su acompañante. La fuerza que la sangre ejercía sobre el pene de este hombre se dejaba sentir inmediatamente.

 

Después de varios tragos, la insensatez  se hizo presente, ambos reían a carcajadas, platicaban de estupideces, incoherencias, absurdos, monotonías como las  que ofrece esta chingada vida de consumo desmedido. La noche tal como las botellas se fue consumiendo, eran pocas las almas que aún quedaban dentro de aquel lugar, frío, inhóspito e indescifrable.

 

Cuando salieron de Barfly, la ciudad que los anidaba, centelleaba majestuosa, como ninguna otra. Iluminados por la suntuosidad de la gran urbe, se trasladaron a gran velocidad por las avenidas, los semáforos fueron ignorados por el cadillac sesenta y ocho. Dentro del vehículo el tacómetro no sólo marcaba las revoluciones a las que circulaba el auto, sino que también  indicaba la rapidez de las pulsaciones de A y su acompañante.

 

Al llegar a la habitación los cuerpos de ambos estaban extasiados. Invadidos por  la adrenalina comenzaron a sudar, su agitación provocaba jadeos constantes, un ir y venir de exhalaciones e inhalaciones  tan profundas que invadían por completo las paredes del pequeño cuarto de A. Al diablo la botella, la copa, todo, lo único que importaba en ese momento era el placer.

 

Tal y como llegaron, con esa misma prontitud, se despojaron de sus ropas, el cuerpo de  A se presentó tal y como es, bello, ardiente, bien proporcionado, totalmente deseable. Como si un diseñador hubiera puesto todo el empeño en formarla de la mejor manera posible. Él por el contrario tenía un cuerpo amplio, su espalda estaba dotada de gran fuerza, sus piernas parecían tan sólidas como las del David.

 

Se besaban, se tocaban, se hacían el amor…

 

El embate de sus cuerpos sacaba chispas, irradiaba todo, dejaba en claro de donde provenían, de la raza de bronce. El sexo fue bestial, largo, placentero. Cuando su amante logró eyacular sobre ella, el sol  comenzaba su eterna aparición, la única ventana existente dejó colar unos cuantos rayos de luz.

 

A había perdido por completo el sentido. El alcohol, la vida, el sexo, todos sus excesos se hicieron presentes. Se desparramó por completo a los pies de aquel desconocido, de aquel amante perfecto, sin nombre, sin edad, sin historia para ella.

 

Cuando A despertó, no encontró más que el rescoldo de los cuerpos. Era una mañana fría, el poco aire que se respiraba en su habitación, se encontraba cargado de cierta pesadez, era denso,  poco más que la neblina que ese día cubrió la ciudad donde vivía…

 

                                                                                                                                 FIN.

miércoles, 5 de marzo de 2008

“La habitación secreta de F”



por: Fuguemann

 

Un olor fétido y putrefacto que lo llena todo. La sensación de vacío apoderándose de todas las sombras, de todos los libros, de todos los hombres. La presión sofocante que pernea el espíritu y envenena el alma. La misma habitación triste y cansada, habitada por un ser ausente y corroído.

 

Cuando F abré los ojos, siente que la cabeza le va a estallar, por su mente un ejercito de agujas desfila sin aflojar el paso. Lo primero que puede observar bajo la carente iluminación de su cuarto, es una botella de vino tinto, misma que ha sido consumida en su totalidad, y una cajetilla de cigarros delicados que no guarda otra cosa que la noche esfumada.

 

Con los ojos tan rojos como el fuego mismo, F intenta desesperadamente detener  el tormentoso punzar. Sacude su  cabeza, se despeja el rostro, pero nada de esto le es de gran ayuda.  Todo parece haber perdido el equilibrio, los ejemplares  que yacen regados en el suelo, las cientos de cuartillas con historias inconclusas, las colillas de cigarros y un viejo  y polvoriento tocadiscos en aquel rincón si luz.

 

Su mirada está nublada, entre tanta oscuridad se dificulta mirar a su alrededor. Entre las persianas unos cuantos destellos luminosos se asoman con disimulo. Las sábanas están removidas, de ellas un olor  que parece indescifrable se desprende y se mezcla con los hedores la habitación.

 

Aún se puede olfatear el aroma seco y penetrante de la marihuana, que se ha prendido de todo cuanto en el cuarto existe. Se respira sexo, alcohol, y una la lujuria apabullante. F estira su mano derecha, sólo para encontrar un buró cuyo contenido presenta otras historias, las que se han guardado en haluros de plata.

 

Encima del  mueble un cenicero, bajo él, un disco. En la portada del long play, una vaca inmensa  parece clavarte los ojos, como dagas, como la música que contiene, es el Atom heart mother de Pink Floyd. F a tientas descubre que no hay nada, que no encuentra lo que quiere, lo más preocupante para él, es que no sabe qué es lo que busca.

 

Su cama ocupa un buen espacio de la morada. Ese pequeño espacio del que se ha apropiado, esconde mucho más que un lugar para dormir. Sus paredes blancas,  manchadas de polvo y lágrimas encierran una vida atormentada, ensimismada por la infructuosa necesidad ser algo o alguien.

 

Cuando parece que el ejercito decide tomar descanso, F se incorpora sobre el colchón, y enciende la luz. Todo ha cambiado pero no tanto. La penumbra desaparece pero sigue sintiéndose lo mismo.  De frente F puede ver el mismo librero de siempre, ese donde los años no han pasado desapercibidos. Aún se pueden ver los libros que ha devorado, criticado y amado.

 

Borges, Cortazar, Bukowski, Bolaño, Blake, Tzara, Fante, Fuentes, Huxley, Buñuel, Ball, Oé, Nadal, Auster y cien hijos de puta más apilados y olvidados en la madera apolillada. F se ha puesto en pie, y estira su gran masa hasta donde su finitud corpórea se lo permite.

 

Da tres pasos, cuando los ejecuta, pasa sobre la ropa que está regada en el suelo, esas losetas  salpicadas por el vino y la cerveza de todos los días. F mira un pequeño reloj negro y redondo que cuelga de una de las austeras paredes. Sabe que es tarde y necesita salir de ese lugar que lo sofoca.

 

Ala derecha de todo, es decir, de la cama, de su buró y de ese asqueroso sofá, se halla un pequeño closet. Dentro de éste unos cuantos jeans sucios y desgastados, algunas playeras de hace varios años y un par de tenis que han dejado huella por los caminos de está monstruosa ciudad.

 

F no piensa en la combinación perfecta, sólo se desnuda y se monta en su pantalón, se pone su playera y el calzado. Parece urgido por escapar de su cuarto, de su casa y de su chingada vida existencial.

 

Cuando menos se esperaba, la habitación ha quedado nuevamente sola, con las historias inconclusas sobre el papel, los recuerdos impresos en los haluros de plata y los libros queriendo ser una vez más leídos…

jueves, 21 de febrero de 2008

Vagabundo


Una mirada suspendida en el tiempo, sus ojos proyectando la serenidad de su cuerpo. Así es cómo se mira este hombre de cabellera y barba larga, carente de color. Su frente agrietada por el tiempo y remarcada por la vida, anuncia lo avanzado de su edad.

 

Bajo la intensa luz del sol, las sombras se hacen más evidentes. El ceño fruncido de su cara, demuestra el malestar que le provoca la basta luminosidad del día. Sentado sobre una cobija que yace en una banca de cantera,  descansa su humanidad. Verlo te invita a detenerte unos segundos, pensar en la tranquilidad que necesitamos todos los hombres.

 

Sus pantalones de pana parecen cómodos, a sus píes un pequeño cachorro lo acompaña. Este animal de ojos brillosos y tan negro como las sombras mismas, se muestra en la misma pose de impavidez. Parecen pertenecerse, el viejo al perro y viceversa.

 

Sus tenis resplandecen y contrastan con la negrura de su mascota. Los pies parecen haber recorridos mil caminos,  librado cien  batallas. El fondo perfecto para este hombre es el muro de rocas volcánicas, que como su frente, erosionadas por los años están detrás de él.

 

Su pronunciada y delgada nariz está dañada, una costra sinuosa y rugosa habita sobre la superficie de ésta. La chamarra que lleva puesta desentona con la rigidez del sol. Sus manos están sucias y cansadas, se ve a leguas.  Entrelazadas como el vagabundo a la libertad, se  recargan en sus piernas.

 

Al verlo piensas en todas las formas y circunstancias posibles, en  las causas y efectos de una vida. ¿Qué lo tienen ahí, a esa hora, en ese lugar, con esa ropa, con el perro sentado a sus píes? Yo, todavía, no tengo la respuesta…

Un día más con vida


Por: Fuguemann

 

Ryszard Kapuscinski relata en éste libro uno de los episodios más cruentos en el África del siglo XX.  El hombre de origen polaco, graduado en historia y arte ve pasar antes sus ojos, escenas cargadas de profunda soledad y violencia. Una intensa lucha entre su vocación periodística y el temor de cualquier humano se desatan, como producto de esta batalla, Kapuscincinsky deja un documento para la posteridad; un escrito que narra desde un punto de vista muy humano, la guerra que traería la independencia de la nación de Angola.

 

Allá, en uno de los lugares más alejados de nuestro México, existe un lugar inhóspito, como olvidado por el tiempo. La sangre derramada, es la vena sangrante de una nación que clama justicia y libertad desde hace más de 500 años. Lo sé porque así es como descifró las líneas de “ Un día más con vida”.

 

Desde el mismo título se puede comenzar a imaginar lo agradecido que el autor está por tener un día más. Al recorrer sus páginas y comenzar a imaginar la ciudad de Luanda en un vacío intoxicante,  uno puede perderse por sus calles y soñar con la soledad de sus habitantes.

 

El texto está cargado de sensaciones, olores, paisajes trazados por la letras. Existe una descripción a conciencia de las cosas. Durante  la narración perdura este sentimiento subjetivo del autor, que describe cuanto ve y siente, algo que lo hace aún más entrañable con el lector.

 

Si bien la guerra es uno de los actos más reprochables del hombre, por la inmundicia y el dolor que estas causan, es imprescindible contar con el testimonio de alguien que vio la crudeza de la barbarie. Su andar que empieza en Luanda, lo lleva a recorrer los largos y ásperos caminos de la sufrida Angola.

 

Su viaje es una constante sensación de incertidumbre, la guerra entre etnias, hace a la nación africana un lugar de todos y de nadie. Su paso por terrenos desprovistos de las cosas más elementales, recrudecen lo que el sol y su furia  hace aún más evidente, la pobreza y el saqueo del que han sido víctimas.

 

Es cierto que la historia no me parece tan redonda cómo lo hubiera deseado, si existe, un grado de complejidad en ella. Es decir; la historia empieza muy bien, nos describe el panorama de la salida de los extranjeros, la inminencia de una guerra. Después hace un recorrido por las extensas praderas y desiertos, conoce la muerte y lo duro del conflicto, pero al final falta fuerza en sus palabras, no termina contundentemente la crónica.

 

Pienso que por momentos deja de lado el contexto dentro de la historia, se detiene tanto a contar sus cosas y lo que ve, que a veces parece olvidarse que el lector necesita entender esa realidad trasladarse y entender porque tantos horrores. Es cierto que al final existe esté apartado de A B C, y en el los datos duros conviven, pero en mi particular opinión, bien pudo insertarlos durante su texto.

 

Rescato la labor de estar dentro del conflicto, ese deseo que perdura, su vocación periodística. Muchas veces hablamos, vociferamos sin conocer desde las entrañas los problemas, no existe un análisis de fondo, no existe la investigación, sólo reproducimos lo que escuchamos desde los medios.  El periodista de escritorio no debería existir más, y me parece que Kapuscinski les da un buen ejemplo al estar inmerso hasta el final.

 

El texto es fluido, hay ideas concretas, descripciones que en momentos encierran un trasfondo poético. Veo leones, muertos, aves, bosques, niños convertidos en guerreros,. Escucho balas, estallidos, el motor de un camión viejo. Huelo sangre, basura, cigarros y más.

 

Creo que lo anterior es de suma importancia, que la persona que lo está leyendo en verdad pueda experimentar, aunque sea en el fondo de su mente todo lo que el escritor explica y narra. Que se imagine el viento golpeando su rostro, el jeep a gran velocidad, el avión volando sobre Benguela. Y durante la crónica yo lo imagine más de una ocasión.

jueves, 14 de febrero de 2008

Idílico encuentro

Cuando la mire caminar en sentido contrario al mío, tuve la misma sensación que cuando la conocí. Una mezcla de nerviosismo, timidez y temor de apoderaron de mi. Conforme sus pasos la fueron convirtiendo en una silueta más, el ir y venir constante de quienes viajan en metro, esfumaron nuestro idílico encuentro.

 

Daniela Rea tiene veinticinco años, es originaria del estado de Guanajuato y tiene unos ojos inolvidables. Es Licenciada en Ciencias de la Comunicación con especialidad en periodismo, es egresada de la Universidad Veracruzana y trabaja desde hace dos años para el periódico Reforma.

 

Antes de conocerla tuve mil ideas, la preconcebí de todas las maneras posibles, y ni aún así pude dar con ella. Y es que así fue nuestro encuentro, tan inesperado como un temblor y tan gratificante como un  amor.

 

Cuando descendió del vagón, y pude reconocerla por las señas que me había dado, mi primera reacción fue poner una sonrisa de  estúpido que ni siquiera yo sé de donde salió. Fue de esas expresiones como las que uno pone cuando va a pedir empleo, o peor aún, la que se nos dibuja  en el rostro cuando conocemos por primera vez a la familia del novio o la novia en cuestión.

 

Su saludo fue tan cálido como el día mismo. Me hizo sentir inmediatamente en confianza, tal y como si estuviera con alguien a quien conozco de muchos años atrás. El dulce tono de su voz , reflejaba la juventud  que su cuerpo anida. Caminamos hacía la salida del metro Chapultepec, eran las doce horas con cincuenta minutos, y el sol se dejaba sentir con fuerza.

 

Después de presentarnos formalmente y conversar un poco, la primera de nuestras paradas fue en una tienda, necesitábamos hidratarnos pues la temperatura comenzaba a ejercer presión. Ambos pedimos agua, que mejor que el liquido vital para tratar de aliviar la sed. Como Daniela aún no había desayunado pidió unas poffets, la verdad es que yo tampoco había probado bocado alguno, y aunque sus palomitas se me antojaban tremendamente, mi tonta pena impidió que aceptara unas cuantas.

 

Por un momento estuvimos perdidos, buscábamos la dirección de un edificio. Daniela ya me había comentado que estaba buscando información para un reportaje que tiene que ver con cuestiones de vivienda. Después de preguntarle a unos tipos y caminar unas cuantas cuadras, dimos con la avenida y el número que estábamos buscando.

 

El número veinticuatro de la avenida Melchor Ocampo, mejor conocida como Circuito Interior, es un edificio de cinco pisos, su fachada parece fatigada y contrasta con algunas de las construcciones modernas que comienzan a esparcirse por la zona. La pintura del inmueble ha sido carcomida por el tiempo y el olvido parece haberse adueñado de ella.

 

Daniela tocó la puerta en tres o cuatro ocasiones, repentinamente alguien a quien no puede mirar nítidamente se asomo por una de las ventanas, algo le preguntó a Daniela, no pude escuchar cuál era la pregunta, tan sólo pude ver como ella afirmaba moviendo la cabeza de  atrás para adelante.

 

Cuando la portezuela se abrió, un tipo que después se presentaría como Juan , nos daba la bienvenida. Era una persona delgada, poco más alta que yo, portaba lentes de armazón negro y mica de tono marrón, su cabello tenía una serie de cortes dispares estilo mohawk. Desde el cuello hasta los pies le resplandecían varios tatuajes, entre los que pude reconocer, había uno que representaba la figura de un jaguar, éste corría por su brazo izquierdo y era fácil de distinguir por los colores que llevaba.

 

Después de entrar, lo primero que nuestros cuerpos sintieron fue la sensación de frescura, y digo nuestro cuerpos, porque lo comentamos. Atrás quedaba el sol y su luminosidad. Delante nuestro comenzó un desfile de sombras. La planta baja era un lugar casi vacío, de las paredes se desprendían algunos grafitis, figuras como el Ché o Bob Marley nos recibían con la misma austeridad del edificio.

 

Llegamos hasta una pequeña habitación, allí como por obra de magia pudieron meter un telar y  ahora se dedican a la fabricación de textiles. Pude observar por lo menos tres de los trabajos que estaban realizando, me pareció increíble lo que se puede hacer con poco presupuesto y mucha creatividad.

 

Juan nos invito a su habitación. Tuvimos que subir dos pisos, la misma tonalidad de grises y sombras se encontraban por todo el lugar. La frescura de apenas unos minutos atrás se convirtió en frío. El lugar parecía estar vacío, por sus pasillos se podía sentir la soledad.

 

El piso que es de madera, dejaba escapar el rechinido de su edad a cada paso que dábamos. Su cuarto nos regalo unos cuantos rayos de sol que  entraban por la ventana que da a la avenida. Su puerta está repleta de estampas con propaganda de fiestas y eventos, las paredes eran el marco perfecto para algunos carteles. Sobre la  pequeña mesa de centro, un cenicero, discos, cigarros, un toque y unas cuantas sábana.

 

Cuando tomamos asiento, Daniela comenzó a explicarle que es lo que estaba buscando y cuál era el objetivo de nuestra visita. Juan pareció estar de acuerdo y comenzamos a charlar. Por la habitación se esparcía un olor que lo llenaba todo. Era un aroma inconfundible, único en su especie, olía a hierba.

 

Recuerdo haberla mirado con respeto, la veía segura de si. Estaba sentada en un viejo sofá de color gris, vestía pantalón rojo y  un delgado suéter casi del mismo tono. De su delgado cuello colgaba una especie de bufanda, o turbante que me es difícil describir. Sus manos sostenían una pequeña libreta sobre la cual hacía anotaciones. Frente a ella Juan comenzaba a liar un gallo.

 

Daniela comenzó preguntando por el lugar, cuándo habían llegado, por qué razón habitaban el lugar y cómo se organizaban. Juan prendió el toque y comenzó a contestar las preguntas, en su cuerpo y en su voz, un pequeño temblar recalcaba que el edificio estaba bastante frío.

 

Entre otras cosas recuerdo haber escuchado a Juan decir que la falta de espacios dónde habitar, los altos costos de las rentas y una descarnada política de vivienda, eran factores que habían orillado a personas como el a buscar nuevas alternativas de vivienda.  Éste movimiento comenzó en México  a raíz del temblor de mil novecientos ochenta y cinco lo escuche decir.

 

Daniela le preguntó sobre los Okupas.  Éste nombre me había llamado atención desde  la primera vez, en que la llame por teléfono.  Después de haber recibido un correo electrónico con su nombre y datos, me dispuse a marcarle. Durante nuestra conversación recuerdo que aparte de haber pactado nuestro encuentro en el metro Chapultepec a las doce cuarenta y cinco de la tarde, ella me contó sobre la entrevista que tenía programada con unos Okupas, término al que no le di mucha importancia en aquel momento.

 

“La okupación surge a mediados de los 80 a imagen y semejanza de los squatters ingleses, principalmente en España e Italia. La diferencia entre ocupar y okupar reside en el carácter político de esta última acción, en la que la toma de un edificio abandonado no es sólo un fin sino también un medio para denunciar las dificultades de acceso a una vivienda”.

 

El hedor de cuando llegamos, se incremento a cada bocanada que Juan propinaba a su toque.  Repentinamente una figura delgada apareció en la puerta, vestía bermuda de mezclilla y playera roja. De cabellera larga, barba y un tono de piel profundamente morena se presento Benjamín.

 

Tomó asiento a lado mío, y con la  serenidad de la habitación cogió el cigarro de mota. Daniela seguía preguntando y haciendo anotaciones. Por mi parte no sabía si preguntar o no, ese no era mi trabajo. Mi encomienda era conocerla, acompañarla, saber cómo era su trabajo y realizar una crónica.

 

Los temas de la conversación fueron ahondando en cuestiones de carácter político, social, económico y filosóficas. La falta de apoyos por parte del gobierno, una política económica que sólo divide de manera más evidente a nuestra sociedad y la frenética lucha del hombre por adquirir más y más vienes, eran ideas que compartimos durante la charla.

 

Cuando el toque se consumió, Benjamín se retiro con la misma calma de su llegada. El cuarto estaba atiborrado de humo, Daniela y yo  encendimos un cigarrillo y  la nube de humo se condenso aún más. Juan nos comentó que en el edificio habitaban en su mayoría jóvenes.

 

Lo que más me agrado, fue saber que los okupas, también utilizan sus hogares, para crear espacios alternativos de arte y fomento a la cultura. Realizan talleres, debates, platicas y fiestas.

 

Después de platicar un buen rato y conocer más acerca de ellos, Benjamín que es estudiante de Sociología en la UNAM amablemente bajo a decirnos que la comida estaba lista y que si queríamos acompañarlos estábamos invitados. . Escuchar tales palabras, me recordaron que en todo el día no había probado bocado alguno. Mi estomago empezaba a gruñir, pero mi atención estaba totalmente puesta en Daniela.

 

Mis suposiciones no fueron erróneas. Estaba frente a una mujer inteligente, que sabe muy bien los menesteres de su trabajo, y lo mejor de todo, que tiene la cualidad de arrebatarte la confianza en un abrir y cerrar de ojos.

 

Antes de ir a probar bocado, Daniela sugirió a Juan que nos diera un recorrido por el edificio. Comenzamos a subir la escalera, dos pisos arriba conocimos un lugar que tiene una vibra muy especial. El Solar como ellos lo llaman, se encuentra ubicado en el quinto piso, desde lo alto donde se encuentra, bien pudimos ubicar puntos medulares de nuestra gran metrópoli.

 

A diferencia de casi todo el lugar, el solar estaba empapado en luz. Cuando llegamos pude sentir que la tarde había avanzado, el sol ya no era tan corrosivo como antes y sobre mi rostro una pequeña ráfaga de viento me mostraba un clima más agradable.

 

En éste sitio, las paredes están totalmente pintadas con grafittis y stencils, verdaderas maravillas de expresión que yacen sobre los muros del lugar.  Un colorido explosivo invadió nuestras pupilas, signos prehispánicos se mezclan con símbolos de nuestra cultura popular como el Santo o Tin Tan, que bajo su rostro claman “rezistencia”.

 

Cuando miré a Daniela me sorprendió la viveza de sus ojos. Éstos brillaban con auténtico regocijo. Después del solar subimos a la azotea, desde esa altura se hizo más evidente el contraste que existe entre ese sitio y las innumerables viviendas de la zona.

 

Después descendimos a un lugar donde tres chicas preparaban la comida. El olor de los guisos perturbo aún más mi estómago. Juan nos presento con ellas, me perecieron personas muy agradables. Cuando pensé que pasaríamos a comer, me alegré aún más. Lo que yo no sabía es que teníamos un destino más.

 

El sitio era un pequeño cuarto donde el sol difícilmente se lograba colar. Dentro de éste, había dos muchachos poco más jóvenes que los demás. Estaban jugando Mario Bros, el primero de los innumerables videojuegos que le seguirían. Nos invitaron a pasar, estaban de muy buen humor, Daniela y yo nos acomodamos como pudimos pues el cuarto era verdaderamente pequeño.

 

Encendimos un cigarro, y entre la platica, Paris que es un chico de cabello largo con rastas  y una enorme sonrisa, nos comentó que existía un cortometraje que un amigo de ellos había producido. Lo interesante es que Paris es músico, toca la guitarra y tiene un grupo con algunos amigos. Una de las canciones de ellos fue utilizada para “Ciudad Huacal” un estupendo corto, que narra la vida de un pueblo donde la gente se dedica a la fabricación de huacales de madera.

 

Nos ofrecieron ver el corto, Daniela y yo  accedimos inmediatamente. Con una pequeña televisión de catorce pulgadas y un pequeño buffer se montó en cuestión de minutos todo el show. Sorpresivamente y sin darme cuenta la habitación en la que estábamos nuevamente se vio envuelta en una nube de humo. Juan y Paris habían ponchado un nuevo churro.

 

Daniela estaba sentada en un pequeño colchón que se encontraba a ras de suelo, yo me senté a su lado la única diferencia entre ella y yo es que bajo mis nalgas estaba el suelo bastante fresco. “Ciudad Huacal” duro casi doce minutos, la historia era un tanto graciosa, me sorprendió ver como aquellas personas forman literalmente edificios con los huacales que fabrican, los estiban a casi 15 metros de altura.

 

La música era bastante buena, Daniela y yo lo platicamos, de hecho le preguntamos por el grupo y Paris nos mostró un disco que habían sacado de manera independiente, y que se dedican a venderlo en lugares como el Chopo, La Lagunilla, Tepito y Coyoacán. Cuando termino el corto Juan, Paris y el otro chico que por cierto casi no habló, nos invitaron a una fiesta que realizarían el próximo 22 de febrero. A Daniela le agrado la idea y me dijo que sería genial si pudiéramos ir.

 

Una voz nos gritaba desde afuera de la habitación, era Benjamín, nos pedía que nos apresuráramos, pues la comida ya estaba servida y nos estaban esperando.  Creo que a Daniela y a mi nos cayo de maravilla tal noticia, pues el tiempo seguía su interminable marcha, y nosotros aún no comíamos.

 

Cuando llegamos al comedor, sobre en la mesa estaban ya servidos los platos, sino me equivoco eran nueve. El menú consistía en chilaquiles, un huevo estrellado, frijoles y papas.  Creo que mis ojos se iluminaron al ver tal platillo. A la mesa nos sentamos Benjamín y su novia, dos chicas más de las que por desgracia no recuerdo el nombre, Juan, Paris y el otro chico que a mi parecer era el más joven de todos.

 

Durante la comida, la mesa pareció absorber nuestras palabras, un silencio  se adueño de todos. Recuerdo que Daniela se disculpó porque cuando come no platica. Cuando alguien llegaba a hablar, sólo era para pedir la crema, el queso o agua.  No sé si fue porque en verdad tenía bastante hambre, pero la comida me supo muy rica. Los chilaquiles tenían la esencia de la comida mexicana, un sabor picante que regocijaba el paladar.

 

Daniela tenía una entrevista telefónica con la directora del Instituto Mexicano de la Juventud. Cuando su teléfono sonó, la vi desplazarse en dirección a la puerta. Cuando terminamos los alimentos, la chica que estaba frente a nosotros con un buen sentido el humor, pidió su postre, yo imagine alguna gelatina o de menos un dulce. Para sorpresa mía el postre consistía en un cigarro de marihuana más.

 

Las chicas que por una cuestión que jamás he logrado entender, tienen más delicadeza que los hombre. Digo esto porque cuando las vi espulgando la mota, note la dedicación y fineza con que lo hacían. Sus manos se movían con suavidad, separaban las semillas y las ramas de lo demás.

 

Nuevamente ese olor inconfundible se introducía por mis fosas nasales.  Una de ellas, la más gordita y simpática nos pregunto que de dónde veníamos y a que nos dedicábamos. Daniela le explicó la razón por la que ambos los visitábamos. Se mostraron interesadas, tanto así que comenzaron a contarnos su historia.

 

Dos de ellas tenían poco viviendo allí, dos meses para ser exacto. Habían sido desplazadas por la policía y el gobierno capitalino. Su antiguo hogar estaba ubicado en la calle de Jesús Carranza, mejor conocido como el cuarenta. En este lugar la venta de drogas era el negocio fuerte varias de las personas que habitaban este sitio, motivo por el cual el gobierno de Marcelo Ebrard decidió expropiarlo.

 

Su historia era tan interesante que Daniela no dejó pasar la oportunidad de tomar notas. Cuando volvió a sacar su libreta, comprendí que  la nota puede llegar en el momento menos inesperado, motivo por el cual uno siempre tiene que estar atento.

Mientras ella deslizaba la pluma y la tinta daba forma a una historia nueva,  una de las jóvenes narraba con lujo de detalle, la manera de operar de aquel lugar, y como ellas habían gozado y llorado la vida en el “Barrio Bravo” .

 

 A mi me interesó el lado humano con que contaba lo sucedido. Recuerdo que dijo  “allá  dejamos a muchos amigos, gente a la que queremos, pero es imposible regresar”

 

Me agradó el entusiasmo que Daniela demostraba, como lo dije antes, me parece una chica sumamente capaz. Entre cigarros y risas la tarde siguió avanzando, lo que horas antes era un cielo despajado y claro, se convirtió en un mar de nubes, que amenazaban con llorar.

 

Decidimos levantarnos, Daniela amablemente se ofreció a lavar los platos, yo por mi parte ayude a escombrar la mesa. Fue genial ver como todos ayudábamos de alguna manera, Juan me dijo que así trataban de ser siempre, dado que viven en una especie de comunidad, todos se tratan de echar la mano y el trabajo se reparte.

 

En unos cuantos minutos, habíamos terminado de limpiar todo el lugar. Nos pareció oportuno despedirnos, agradecimos infinitamente a todos las atenciones que nos brindaron. Nos recordaron de la fiesta que estaban organizando y quedamos formalmente de asistir. Daniela en su labor periodística tuvo a bien pedir los teléfonos y las direcciones de correo electrónico de todos.

 

Juan quien parecía ser el mayor de nuestro anfitriones se ofreció a llevarnos hasta el lugar donde nos conocimos. Nuevamente recorrimos las escaleras, las sombras y los silencios seguían allí, como guardianes perpetuos de aquel lugar. Al llegar a la puerta se nos abrió un mundo diferente, al mundo  que estamos acostumbrados, al de la vida acelerada. El tráfico comenzaba por aglutinarse en las calles…

 

*

Después de todo lo vivido Daniela y yo comenzamos a caminar, parecíamos no tener destino.   Aquí una nueva historia comenzó a escribirse, la nuestra. No habíamos tenido el tiempo suficiente para platicar de nosotros.  Yo la había conocido trabajando, pero aún faltaba esa parte que inquietaba mi ser.

 

La tarde era frasca, del cielo caían unas cuantas gotas que amenazaban con humedecer la ciudad, el aire soplaba con cierto brío. Ella y yo comenzamos a caminar por  avenida Reforma, conversábamos acerca de nuestra experiencia con lo Okupas, creo que nos había dejado un buen sabor de boca.

 

No sé por qué, pero pude darme cuenta que se le había erizado la piel, le ofrecí mi saco, y ella aceptó, después de colocarlo sobre su delgada espalda continuamos nuestro andar. Le pregunte sobre su familia, por las cosas que le gustaban y las que le enfadaban. Ella hizo lo mismo, le platiqué quien soy y lo que me gustaría llegar a ser.

 

La gran avenida pareció detenerse, por varios minutos la gente y los autos dejaron de existir. Mi atención estaba totalmente volcada en ella. Seguía mirando sus ojos, su cabello, su boca y sobre todo su sonrisa.

 

A medida que seguíamos avanzando, mis pies entraban en un conflicto con mi mente. Mis piernas pedían clemencia y mi cabeza ordenaba seguir. Quería continuar caminando, hacía mucho que no la pasaba tan bien. Seguimos conversando de política y sobre todo de problemas sociales, creo que teníamos varias ideas en las que estábamos de acuerdo.

 

Cundo me di cuenta ya habíamos casi llegado a mi escuela. Es impresionante como se nos escurre el tiempo cuando estamos cómodos. Daniela parecía también cansada, así que decidimos hacer la última de nuestras escalas. Una vieja banca fue nuestra única y mejor opción.

 

Cuando nos sentamos, ella sacó de su bolso una pequeña libreta, diferente a la que antes había ocupado. Ésta era más pequeña, dentro de ella otro universo existía, el de Daniela, el de sus ensoñaciones, el de sus ideas. Cuando me explicó que es lo que escribía en ella, no daba crédito. Me encanto la idea del  pensamiento automático, lo mejor de todo y lo que más agradezco, es que me halla invitado a entrar en él.

 

Me dio la pluma y sinceramente no sabía que escribir, me explicó en que consistía el ejercicio y escribí lo primero que se me vino a la mente. Después guardo nuevamente su libreta y con ella algo de mí.

 

Cuando llegamos al metro Hidalgo no sabía que pensar, lo único que deseaba, era que se llevara la milésima parte de lo que había causado en Israel. Le di mi teléfono y mi mail. Quedamos en volver a vernos para platicar, y si se podía, por qué no, beber unas cervezas. 

 

Me devolvió el saco de pana, me miró con los profundos ojos que horas antes me habían impactado y se despidió de mi con un dulce beso en la mejilla, un abrazo tan fraternal que me dejó muy en claro que ese día ,yo, no volvería a ser el mismo.

 

Conforme sus pasos la fueron convirtiendo en una silueta, más, el ir y venir constante de quienes viajan en metro, esfumaron, nuestro idílico encuentro.