jueves, 26 de abril de 2012

"Locos por salir de la isla"






Y nunca quise abandonarte, te llevaba en cada paso; y quedará mi amor, para siempre como flor de un regazo, por si acaso, por si acaso no regreso…

Celia Cruz

Por: Israel Fuguemann

Cuba.- “La Habana es un espejo”, una ciudad sonámbula que se mira encapsulada. Allí el tiempo si bien no parece haberse detenido, sí da la impresión de caminar con mucha más calma. Sus construcciones de  fachadas altas se han esculpido al viento, sosteniéndose bajo el color natural de sus ocasos cimientos.

La isla que durante 52 años  ha mantenido un sistema suigéneris de socialismo, ha tenido que librar diversas batallas para mantener el régimen que bajo la mano de Fidel Castro Ruz, el líder emblemático de la revolución cubana, hoy en plena crisis económica del capitalismo, se sostiene también a marchas forzadas.

Si factores externos como el bloqueo comercial por parte del gobierno estadounidense (que opera desde 1960,  como represalia a la ola de expropiaciones que inició el recién formado gobierno cubano, que meses atrás había obtenido la victoria en la Revolución en contra del gobierno de Fulgencio Batista), o la caída del bloque soviético en 1989, que tras el proyecto denominado  Perestroika” y “glasnost” de Mijaíl Gorbachov, no pudieron ejercer la fuerza suficiente para derrocar el proyecto de nación castrista, hoy para muchos cubanos sólo queda la una salida real para un verdadero cambio. La muerte de Fidel.

Para hablar del “barbón” o el “compañero Fidel” los cubanos descontentos con su gobierno, han tenido que idearse señas y claves porque muchos temen ser oídos por aquellos que están a muerte con la revolución. Cuba tiene hoy poco más de 11 millones de habitantes en la isla, según el último censo de la Oficina Nacional de Estadísticas Cubana (ONE), y cerca de 3 millones fuera de ella.

Para Luis Arteaga investigador de migraciones, esta cifra pudiera ser mayor pero “la Ley cubana es demasiado estricta”. Aún si pudieran salir sin problema  alguno, la cifra no sería mayor debido a la diferencia de sueldos que se pagan en peso cubano, la moneda de circulación nacional, y el costo del pasaje que se mide regularmente en dólares. La diferencia simplemente es abismal.

“Locos por salir de la isla”

Emilio es un mulato fornido de brazos anchos y pectorales bien definidos. Tiene 46 años de edad y nunca ha salido de su país. Vive en el reparto 10 de octubre, en un apartamento de una sola habitación, situado sobre una loma donde puede apreciarse el esplendor de la Habana.

Desde hace varios años trabaja sus reglamentarias ocho horas de jornada laboral, que cumple en una escuela primaria que está a tan sólo dos calles de su casa. Él se asume como un “multioficios” que quiere decir que es un trabajador de mantenimiento. Está casado y tiene un hijo de cinco años de edad.

Por la tarde Emilio dedica a ejercitar su cuerpo alrededor de dos horas diarias. Lo hace en un gimnasio improvisado de su reparto. Uno de los barrios más antiguos de la Habana, que deja la idea de la opulencia que se vivió en el lugar a principios del siglo pasado.  La influencia arquitectónica norteamericana y europea se plasma en los muros de hormigón  de estilos “Neobarrocos” y “Art Nouveau”  de los grandes caseríos ocupados por la extinta burguesía cubano-americana que los habitó.

Ahora 10 de octubre es una zona como muchas otras en la Habana, donde no hay tiempo para los lujos ni los excesos. Los recursos no se usan para la egolatría, allí la presunción estaría extinta a no ser por esas edificaciones que asoman la idea lejana de lo que un día se vivió detrás de esos altos muros erosionados por el viento. Ahora de ellos cuelga sólo ropa multicolor, madera desvencijada y alambres que evocan el ingenio del cubano. Emilio vive desde que nació allí. Sus padres fueron beneficiados con la revolución al obtener el pequeño hogar donde fue criado junto a su hermano mayor, al que no ve desde hace 30 años que salió de Cuba.  Su esposa es una trigueña venida de Camagüey una provincia central de la isla, se llama Ámbar “tan preciosa como la piedra misma”. 

La familia de Ámbar en Cuba se ha reducido prácticamente a Emilio, su pequeño “Maxi” y a su hermana Gloria, que está próxima a abandonar la isla. Los demás han emigrado, todos de manera legal pese a las dificultades que esto representa.

Entre México, España, Venezuela y Estados Unidos se encuentran repartidos el mayor número de cubanos en el mundo. Celia Cruz, la fallecida cantante de salsa más famosa que ha dado quizás el país, y una de las principales opositoras al régimen Castrista, salió el 15 de julio de 1960 de Cuba, sin saber que jamás regresaría a ella.

“En Celia se ven reflejados miles y miles de compatriotas que no han podido regresar a casa” platica Emilio, al mismo tiempo que pone en una pequeña grabadora la copia de un disco compacto pirata.  “Por si acaso no regreso”  es el tema que elige poner de fondo para amenizar la plática, mientras su rostro se va tornando melancólico.

Tan sólo en Estados Unidos, según la última Cifra Nacional de Población de ese país el número de habitantes cubanos asentados en tierras norteamericanas asciende a 1 millón 241 mil 685 cubanos. La gran mayoría acogidos por la Ley de Ajuste Cubano que el pasado 2 de noviembre cumplió 45 años de su entrada en vigor, y que se fundamenta dando trato de exiliados políticos a los cubanos que entran a territorio estadounidense.

Al viajar por “la isla mayor de las Antillas” es fácil encontrar cubanos decepcionados, tristes, ya sin esperanza alguna de que la Revolución les haga la justicia prometida. La mayoría son jóvenes, muchos de ellos catalogados dentro de la llamada “Generación Y” que la bloguera más seguida de La Habana, Yoani Sánchez define como los “nacidos en la Cuba de los años 70s y los 80s, marcados por las escuelas del campo, los muñequitos rusos, las salidas ilegales y la frustración”.

Pedro tal vez no pertenece a la “generación Y” porque él nació en 1955, pero eso no le impide rabiar al pensar que nunca podrá salir de la isla. Él maneja un taxi de los años ochentas que compró a un joven que hace 10 años se “escapó” de Cuba. Su pelo es cano, da la impresión de ser un habano que se va extinguiendo, bocanada a bocanada.

Dice llevar una vida “un poco más cómoda que otros” porque sus dos hijos le envían dinero desde Florida. Han pasado 15 años desde la última vez que los vio. Ellos “salieron porque no encontraron un  buen empleo”. A pesar de que ambos se habían graduado como ingenieros. “Es lo que pasa aquí, médicos, ingenieros, abogados, trabajan en cualquier cosa menos en lo que estudiaron”. 

A pesar de que Cuba está dentro de los países con los mejores resultados en índices educativos entre los países de América Latina y el Caribe, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en el campo laboral se ven rezagados por la falta de empleos donde realmente se apliquen los estudios realizados.

Esta situación opaca la exitosa Campaña Nacional de Alfabetización que el gobierno revolucionario llevo a cabo a principios de la década de los años  sesentas, y que erradicó el analfabetismo por completo. Ahora, de los 700 mil profesionales universitarios con que cuenta la matrícula escolar, miles tienen que buscar otra forma de ganarse la vida porque ejercer es casi una hazaña.

Emilio y Pedro están “locos por salir de la isla”. Ambos darían cualquier cosa por hacerlo de manera segura, pues ambos saben de muchos que han muerto en el intento. Y aquellos que lo han logrado tuvieron que pagar un alto costo por ello, hasta el punto de tener que relacionarse con redes delincuenciales que operan a lo largo del continente.

El negocio del tráfico de personas es redituable, porque existen mafias que operan desde Miami. El cobro lo hacen a los familiares que están en Estados Unidos. Hasta 10 mil dólares por persona para que sean llevados en una total travesía que comienza en el mar Caribe, continúa por  territorio mexicano y debe terminar, si bien les va, en suelo estadounidense según el embajador de Cuba en México Manuel Aguilera de la Paz.

Cambios inconclusos

Desde el 24 de febrero de 2008 que Raúl Castro Ruz es elegido Presidente del Consejo de Estado de Cuba por los Diputados de la Asamblea del Poder Popular y toma el lugar de su hermano Fidel, la política al interior de la isla ha cambiado. Aunque esto ha representado apenas una tenue luz de esperanza, los cubanos no tienen la certeza de hasta dónde continúe el control que tiene el Estado de casi todos los negocios.

La diferencia entre aquellos que han obtenido un permiso para operar un negocio de manera independiente, dentro de los 174 rubros que el gobierno autorizó apenas en 2010, comienza a ser significativa. Un operador de taxi o un mesero pueden llegar a obtener hasta 50 pesos convertibles cubanos (CUC) en un día, lo que representa un ingreso de 1250 pesos cubanos.  Cuatro veces más que el salario mínimo mensual  en Cuba que ronda los 300 pesos cubanos.
Esto representa un duro golpe a la cosmovisión que la revolución cubana inyectó desde sus inicios. Donde la igualdad, la suma de esfuerzos, y el olvidó del individualismo debía imperar sobre cualquier anhelo de enriquecimiento personal.
Ahora distritos como 10 de octubre, comienzan a tomar un aire de incertidumbre. La gente comenta con cautela, esperan un cambio, no saben hacía que dónde los pueda llevar. Las esperanzas son muchas y las probabilidades  inciertas, no quieren perder los beneficios obtenidos, pero tampoco quieren quedarse mirando como el mundo de afuera cambia de una manera  mucho más acelerada.
La única posibilidad que les queda a muchos cubanos que, como Pedro y Emilio sienten pasar los días con la agonía de querer ver con propios ojos, qué pasa más allá de esas tierras húmedas y calurosas, es que la “carta invitación” que necesitan para comenzar su trámite de llegue de cualquier forma. Ya sea de un familiar que reclama por su gente que ha quedado varada en esta sensual tierra del Caribe, o de algún extranjero enamorado de su gente, sus tradiciones y esa forma tan candente de vivir la vida.
Por eso cuando Emilio conoce a alguien que viajará a cualquier parte del mundo fuera de Cuba, él ofrece la mejor carta de presentación que tiene. Una fotografía que muestra su torso desnudo, donde presume lo mejor que le han dejado tantas y tantas horas de paciencia y espera.