Y
nunca quise abandonarte, te llevaba en cada paso; y quedará mi amor, para
siempre como flor de un regazo, por si acaso, por si acaso no regreso…
Celia Cruz
Por:
Israel Fuguemann
Cuba.- “La Habana es un
espejo”, una ciudad sonámbula que se mira encapsulada. Allí el tiempo si bien
no parece haberse detenido, sí da la impresión de caminar con mucha más calma.
Sus construcciones de fachadas altas se
han esculpido al viento, sosteniéndose bajo el color natural de sus ocasos
cimientos.
La isla que durante
52 años ha mantenido un sistema
suigéneris de socialismo, ha tenido que librar diversas batallas para mantener
el régimen que bajo la mano de Fidel Castro Ruz, el líder emblemático de la
revolución cubana, hoy en plena crisis económica del capitalismo, se sostiene
también a marchas forzadas.
Si factores externos
como el bloqueo comercial por parte del gobierno estadounidense (que opera
desde 1960, como represalia a la ola de
expropiaciones que inició el recién formado gobierno cubano, que meses atrás
había obtenido la victoria en la Revolución en contra del gobierno de Fulgencio
Batista), o la caída del bloque soviético en 1989, que tras el proyecto
denominado “Perestroika” y
“glasnost” de Mijaíl
Gorbachov, no
pudieron ejercer la fuerza suficiente para derrocar el proyecto de nación
castrista, hoy para muchos cubanos sólo queda la una salida real para un
verdadero cambio. La muerte de Fidel.
Para hablar del “barbón” o el “compañero
Fidel” los cubanos descontentos con su gobierno, han tenido que idearse señas y
claves porque muchos temen ser oídos por aquellos que están a muerte con la
revolución. Cuba tiene hoy poco más de 11 millones de habitantes en la isla,
según el último censo de la Oficina Nacional de Estadísticas Cubana (ONE), y
cerca de 3 millones fuera de ella.
Para Luis Arteaga investigador de migraciones,
esta cifra pudiera ser mayor pero “la Ley cubana es demasiado estricta”. Aún si
pudieran salir sin problema alguno, la
cifra no sería mayor debido a la diferencia de sueldos que se pagan en peso cubano,
la moneda de circulación nacional, y el costo del pasaje que se mide
regularmente en dólares. La diferencia simplemente es abismal.
“Locos por salir de la isla”
Emilio es un mulato fornido de brazos anchos y
pectorales bien definidos. Tiene 46 años de edad y nunca ha salido de su país.
Vive en el reparto 10 de octubre, en un apartamento de una sola habitación,
situado sobre una loma donde puede apreciarse el esplendor de la Habana.
Desde hace varios años trabaja sus reglamentarias
ocho horas de jornada laboral, que cumple en una escuela primaria que está a
tan sólo dos calles de su casa. Él se asume como un “multioficios” que quiere
decir que es un trabajador de mantenimiento. Está casado y tiene un hijo de
cinco años de edad.
Por la tarde Emilio dedica a ejercitar su
cuerpo alrededor de dos horas diarias. Lo hace en un gimnasio improvisado de su
reparto. Uno de los barrios más antiguos de la Habana, que deja la idea de la
opulencia que se vivió en el lugar a principios del siglo pasado. La influencia arquitectónica norteamericana y
europea se plasma en los muros de hormigón de estilos “Neobarrocos” y “Art Nouveau”
de los grandes caseríos ocupados por la
extinta burguesía cubano-americana que los habitó.
Ahora 10 de octubre es una zona como muchas
otras en la Habana, donde no hay tiempo para los lujos ni los excesos. Los
recursos no se usan para la egolatría, allí la presunción estaría extinta a no
ser por esas edificaciones que asoman la idea lejana de lo que un día se vivió
detrás de esos altos muros erosionados por el viento. Ahora de ellos cuelga sólo
ropa multicolor, madera desvencijada y alambres que evocan el ingenio del
cubano. Emilio vive desde que nació allí. Sus padres fueron beneficiados con la
revolución al obtener el pequeño hogar donde fue criado junto a su hermano
mayor, al que no ve desde hace 30 años que salió de Cuba. Su esposa es una trigueña venida de Camagüey
una provincia central de la isla, se llama Ámbar “tan preciosa como la piedra
misma”.
La familia de Ámbar en Cuba se ha reducido
prácticamente a Emilio, su pequeño “Maxi” y a su hermana Gloria, que está
próxima a abandonar la isla. Los demás han emigrado, todos de manera legal pese
a las dificultades que esto representa.
Entre México, España, Venezuela y Estados
Unidos se encuentran repartidos el mayor número de cubanos en el mundo. Celia
Cruz, la fallecida cantante de salsa más famosa que ha dado quizás el país, y
una de las principales opositoras al régimen Castrista, salió el 15 de julio de
1960 de Cuba, sin saber que jamás regresaría a ella.
“En Celia se ven reflejados miles y miles de
compatriotas que no han podido regresar a casa” platica Emilio, al mismo tiempo
que pone en una pequeña grabadora la copia de un disco compacto pirata. “Por si acaso no regreso” es el tema que elige poner de fondo para
amenizar la plática, mientras su rostro se va tornando melancólico.
Tan sólo en Estados Unidos, según la última
Cifra Nacional de Población de ese país el número de habitantes cubanos asentados
en tierras norteamericanas asciende a 1 millón 241 mil 685 cubanos. La gran
mayoría acogidos por la Ley de Ajuste Cubano que el pasado 2 de noviembre
cumplió 45 años de su entrada en vigor, y que se fundamenta dando trato de
exiliados políticos a los cubanos que entran a territorio estadounidense.
Al viajar por “la isla mayor de las Antillas”
es fácil encontrar cubanos decepcionados, tristes, ya sin esperanza alguna de
que la Revolución les haga la justicia prometida. La mayoría son jóvenes, muchos
de ellos catalogados dentro de la llamada “Generación Y” que la bloguera más
seguida de La Habana, Yoani Sánchez define como los “nacidos en la Cuba de los
años 70s y los 80s, marcados por las escuelas del campo, los muñequitos rusos,
las salidas ilegales y la frustración”.
Pedro tal vez no pertenece a la “generación Y”
porque él nació en 1955, pero eso no le impide rabiar al pensar que nunca podrá
salir de la isla. Él maneja un taxi de los años ochentas que compró a un joven
que hace 10 años se “escapó” de Cuba. Su pelo es cano, da la impresión de ser
un habano que se va extinguiendo, bocanada a bocanada.
Dice llevar una vida “un poco más cómoda que otros”
porque sus dos hijos le envían dinero desde Florida. Han pasado 15 años desde
la última vez que los vio. Ellos “salieron porque no encontraron un buen empleo”. A pesar de que ambos se habían
graduado como ingenieros. “Es lo que pasa aquí, médicos, ingenieros, abogados,
trabajan en cualquier cosa menos en lo que estudiaron”.
A pesar de que Cuba está dentro de los países
con los mejores resultados en índices educativos entre los países de América
Latina y el Caribe, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE), en el campo laboral se ven rezagados por la falta de empleos
donde realmente se apliquen los estudios realizados.
Esta situación opaca la exitosa Campaña
Nacional de Alfabetización que el gobierno revolucionario llevo a cabo a
principios de la década de los años sesentas,
y que erradicó el analfabetismo por completo. Ahora, de los 700 mil
profesionales universitarios con que cuenta la matrícula escolar, miles tienen
que buscar otra forma de ganarse la vida porque ejercer es casi una hazaña.
Emilio y Pedro están “locos por salir de la
isla”. Ambos darían cualquier cosa por hacerlo de manera segura, pues ambos
saben de muchos que han muerto en el intento. Y aquellos que lo han logrado tuvieron
que pagar un alto costo por ello, hasta el punto de tener que relacionarse con
redes delincuenciales que operan a lo largo del continente.
El negocio del tráfico de personas es redituable,
porque existen mafias que operan desde Miami. El cobro lo hacen a los
familiares que están en Estados Unidos. Hasta 10 mil dólares por persona para
que sean llevados en una total travesía que comienza en el mar Caribe, continúa
por territorio mexicano y debe terminar,
si bien les va, en suelo estadounidense según el embajador de Cuba en México
Manuel Aguilera de la Paz.
Cambios inconclusos
La diferencia entre aquellos que han obtenido
un permiso para operar un negocio de manera independiente, dentro de los 174
rubros que el gobierno autorizó apenas en 2010, comienza a ser significativa.
Un operador de taxi o un mesero pueden llegar a obtener hasta 50 pesos
convertibles cubanos (CUC) en un día, lo que representa un ingreso de 1250
pesos cubanos. Cuatro veces más que el
salario mínimo mensual en Cuba que ronda
los 300 pesos cubanos.
Esto representa un duro golpe a la cosmovisión
que la revolución cubana inyectó desde sus inicios. Donde la igualdad, la suma
de esfuerzos, y el olvidó del individualismo debía imperar sobre cualquier
anhelo de enriquecimiento personal.
Ahora distritos como 10 de octubre, comienzan
a tomar un aire de incertidumbre. La gente comenta con cautela, esperan un
cambio, no saben hacía que dónde los pueda llevar. Las esperanzas son muchas y
las probabilidades inciertas, no quieren
perder los beneficios obtenidos, pero tampoco quieren quedarse mirando como el
mundo de afuera cambia de una manera
mucho más acelerada.
La única posibilidad que les queda a muchos
cubanos que, como Pedro y Emilio sienten pasar los días con la agonía de querer
ver con propios ojos, qué pasa más allá de esas tierras húmedas y calurosas, es
que la “carta invitación” que necesitan para comenzar su trámite de llegue de
cualquier forma. Ya sea de un familiar que reclama por su gente que ha quedado
varada en esta sensual tierra del Caribe, o de algún extranjero enamorado de su
gente, sus tradiciones y esa forma tan candente de vivir la vida.
Por eso cuando Emilio conoce a alguien que
viajará a cualquier parte del mundo fuera de Cuba, él ofrece la mejor carta de
presentación que tiene. Una fotografía que muestra su torso desnudo, donde
presume lo mejor que le han dejado tantas y tantas horas de paciencia y espera.