lunes, 8 de diciembre de 2008

ÉBANO, EL FIN DEL REPORTERO.














Por: Fuguemann


El olor de la tinta vaciada sobre una hoja de papel, cientos de notas que sólo unidas y redactadas por quien las escribió tendrían sentido, un recuerdo, una imagen, un suspiro llevado hasta el límite y la pasión por querer ver otras vidas, no son más la labor de un reportero.
Hoy estamos sumergidos en la vorágine de la información, en el síndrome de la prisa. Un proceso que no es nuevo pero parece haberse intensificado a partir de la segunda mitad del siglo XX. Los avances tecnológicos y los cambios sociales, coadyuvaron a cambiar la relación del hombre y su mundo, cada vez más fría, cada vez menos comprometida.
¿Será que el fin de los grandes reporteros está llegando...?

Para Ryszard Kapuscinski considerado como uno de los mejores reporteros del siglo XX “El valor de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz para que la gente vea como corren a ocultarse”

Pero qué difícil es hoy en pleno siglo XXI poder prender aquella luz. En el caso de los periodistas encontrar el interruptor es más complicado, pues en medio del torrente mediático, llegar a ser el primero y no el mejor, es mucho más valorado.

Hace cincuenta años, la efervescencia de las luchas y los grandes cambios sociales contagiaban todo el mundo. Desde la húmeda de la Sierra Maestra en Cuba hasta el asfixiante desierto del Sahara en África, la recomposición política, social y económica detono en cientos de movimientos armados. En ese entonces el trabajo de un reportero parecía no estar tan mordisqueado por el tiempo, aunque ya mostraba indicios de ello.


Un ejemplo de aquellos reporteros y esas grandes historias hoy cada vez más escasas, lo regaló el polaco ganador del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades Ryszard Kapuscinski en su libro “Ébano”. Narrado con profundo coraje y una visión consciente de la “otredad”, de todos y cada uno de esos mundos que coexisten en este mar de culturas, conocimientos y razones.

A lo largo de 340 páginas Kapuscinski hace lo que para él, todo reportero debe hacer: “infiltrarse, encontrarse adentro, narrar con reflexión y profundidad”. Pero a diferencia de la gran mayoría de periodistas que hoy en día se encuentran laborando en los medios de comunicación de masas, Kapuscinski es un freelance, un reportero libre, que trabajó a su ritmo y tiempo, algo que le costó muchos años de arduo esfuerzo.

A raíz del surgimiento y expansión de Internet todo se parece haberse acelerado, en especial la clase de profesionales que producen imágenes para el resto de la sociedad: periodistas, editores, diseñadores publicitarios, programadores, etcétera. Todos emocionados con lo que esta nueva plataforma de comunicación ofrece y potencializa, interconexión, enlaces, descargas, comunicación en tiempo real.

Todd Glitin reconocido profesor de periodismo y sociología de la Universidad de Columbia y autor de varios libros entre, ellos “Enfermos de información”, analiza este fenómeno de la velocidad en la información: “Una sociedad rápida produce gente rápida que, en todos estos sentidos produce una cultura rápida”

¿Qué quiere decir lo anterior y en qué afecta el trabajo de un reportero? Los consumidores de información demandan cada vez más la velocidad de ésta y las grandes agencias información se disputan el título de la más veloz. Pero tener primero la noticia no garantiza tener el mejor contenido.



Para que un trabajo periodístico como el que Ébano presenta, debe existir tiempo, coraje, determinación y un amplio sentido humanístico. Narrar la vida de algunos lugares, personajes de un continente como el africano, no es menuda tarea, si tomamos la versión que el autor nos brinda, África “es todo un océano, un planeta aparte, todo un cosmos heterogéneo y de una riqueza extraordinaria. ( …)África no existe)”

Los caminos del África indomable están plasmados en cada hoja, en cada verso, en cada instante. Un trabajo como este le llevo a Ryszard Kapuscinski casi la mitad de su vida. Un ir y venir constante por senderos difíciles son la constante de toda la obra, qué más que una crónica es una estampa de vida.

Corría el año de 1957 cuando por primera vez Kapuscinski visitó el llamado continente negro. En ese entonces corría una “fiebre libertadora” desde Libia hasta Sudáfrica los hombres que durante siglos habían sido oprimidos y esclavizados por los europeos iniciarían las batallas por conseguir su libertad.

A diferencia de muchos otros reporteros que cubrían los conflictos de la guerra, Kapuscinski no contaba ni con la mitad del capital que los enviados de Reuters o AP u otras agencias podían utilizar. Si bien el dinero no lo es todo y las monedas no cubren el talento y el olfato reporteril, el efectivo en una guerra ayuda bastante.

Hoy, poder competir con alguna de esas grandes agencias de información resulta casi imposible. Tienen tan acaparado el mercado y tantos recursos que se dan el lujo de tener corresponsales en casi todo el mundo. Para un periódico como los que hay en México es mucho más barato comprar la información de estas agencias, que enviar a un periodista a cubrir el suceso.





La información se globaliza y convierte en un producto poderoso y bastante rentable.


Pero Ébano no es una noticia, más bien es una mirada profunda a sus ciudades y aldeas, a su gente y a su historia, aquella que es una cruda realidad, una intensa lucha de los hombres contra los hombres y una batalla diaria por sobrevivir en algunos de los rincones más inhóspitos de éste planeta.

Allá donde la vida parece detenerse y ceder a los estragos de su misma condición perenne, Kapuscinski lo mismo se está en el epicentro de un conflicto en Zanzíbar que luchando contra la malaria o paludismo, una enfermedad que hoy en día sigue azotando los países africanos.

Cada año 350 millones de personas contraen la malaria, de ellas un millón morirá. En África el paludismo es responsable de una muerte ocurrida cada 30 segundos, una cifra alarmante pues desde hace varios años los tratamientos son cada vez más efectivos. El 90% de estas muertes se dan en el África subsahariana. Lo contrastante es que los gobiernos africanos por muchos años se han enfrascado una batalla por el poder y no por combatir este mal que afecta principalmente a los niños.

Kapuscinski contagiado por este mal relata “desde el interior de una montaña de hielo” los síntomas de su “viaje místico” y la angustiosa riña del cuerpo contra el interminable frío y el dolor que deja sentir. Después de la malaria vino la tuberculosis (la enfermedad infecciosa más prevalente en el mundo). Para su atención se necesitaba un vasto tratamiento que resultaba costoso, un mes de estancia en un hospital de esos que casi no existen en Dar Salam costaba más que un mes de su sueldo.

Pero ante la adversidad los grandes reporteros no se vencen. Primero está la necesidad intrínseca de cumplir el sueño de una vida, ser testigo de la historia y poder con sus medios narrarla al mundo.



¿Será que estos sueños hoy en día se han esfumado y Kapuscinski fue uno eso últimos grandes reporteros? Yo creo que no, pero todos deberíamos aspirar a eso. Si bien “Los cínicos no sirven para este oficio” quienes ejercen el periodismo están en una lucha constante, de poderes, intereses, tiempos y espacios.

Cubrir sucesos de la magnitud de aquellos que se dieron en África a mediados hace tan solo cincuenta años, representa un enorme gasto, pero más un alto riesgo. Aunado a esto existe un grave problema, la formación que se da en las universidades parece no estar a la altura de los grandes cambios y sucesos que vive el mundo, cada vez es más evidente la falta de ética y el compromiso social de los egresados.

En México existen alrededor de 72 mil estudiantes de comunicación según un estudio del Departamento de Ciencias de la Comunicación de la UDLAP de los cuales tan sólo el 4% de estos se emplea en algún medio. Las fuentes de trabajo son insuficientes y las que existen poco pueden hacer ante las grandes corporativas de la información.

“El beneficio de una economía rápida es evidente. El capitalismo prospera con la velocidad, porque como lo observo Benjamin Franklin hace más de dos siglos, el tiempo es dinero”.

Si el tiempo es dinero y el dinero mueve el mundo, cada vez será más difícil poder ejercer un trabajo sin contaminación de la prisa informativa. ¿Pero cómo lograr poner resistencia a este fenómeno? Kapuscinski nos da claves que debemos tomar en cuenta.
Tal vez hoy no existen tantas guerras, revoluciones e independencias como las que Kapuscinski cubrió, pero es indudable que el mundo sigue corriendo y como ente dinámico se sigue transformando día a día segundo a segundo.



En ébano encontramos una visión histórica del continente. Se refleja en muchos sentidos la mentalidad del africano, pero como una sola África no existe, también se da cuenta de los muchos tipos de organización social, ritos y creencias que hoy sustentan su presente.

En los largos caminos del África indomable Kapuscinski es capaz de vivir la independencia que muchas naciones alcanzaron. Después de vivir bajo el yugo colonialista de países que se ensanchan bajo el estandarte de libertad como Francia e Inglaterra por citar solo algunos. Los africanos vivieron otro tipo de dominación, la de los nuevos ricos, aquellos que después de llagar al poder, conocieron los beneficios que la burocracia les otorga.

Idi Amín (Uganda), Samuel Doe (Monrovia), Omar al-Bashir (Sudán), Agathe (Ruanda) Mengitsu (Etiopia) son tan solo algunos nombres de los muchos que llevan bajo su recuerdo los ríos más caudalosos de África, esos que no llevan agua sino sangre.

Los anteriores son ejemplos del “miedo y la venganza que está profundamente arraigado en la mentalidad africana, que la sempiterna ley del desquite desde siempre ha regido allí las relaciones humanas, tanto entre personas como en clanes”.

Mucho del pensamiento africano es el reflejo de las políticas que los países que se hacen llamar de primer mundo, han aplicado durante décadas a los países menos favorecidos. En el mundo de las divisiones, el color de la piel ha sido un factor de segregación racial y social. El Apartheid Sudafricano y muchas otras políticas de segmentación étnicas es el símbolo de la mezquindad y ruindad que el hombre puede alcanzar.




La información es poder.

“En África antes de la segunda guerra mundial los habitantes no tenían más fuentes de información que lo que le dice el vecino o el jefe de estado. De manera que todo lo que se sabe del mundo se reduce a lo que él mismo ve en las proximidades de su casa”.

Después de la guerra los combatientes africanos regresaron con una nueva visión del mundo, “se dieron cuenta que los blancos no eran invencibles”. Con esto y la nueva filosofía del Panafricanismo el cual promovía la hermandad de las naciones africanas y la liberación del continente, los países no tardaron en luchar por su independencia. Esta ideas fueron creadas en gran parte por Alexander Crummell, Web Du Bois y Marcus Garvey.


Si la información realmente es poder, entonces no es difícil adivinar porque la lucha mediática acapara los medios de información a nivel mundial. Las noticias se necesitan al instante, un minuto o segundo puede marcar la diferencia y costar millones en efectivo. Es por eso que los reporteros cada vez están más habidos de instrumentos tecnológicos que faciliten la velocidad de la transmisión de la información.

En nuestra sociedad quien no está informado ya no al día, sino al minuto parece rezagarse. El trabajo debe ser rápido, ser veloz es sinónimo de eficacia. Hoy vagamos por el camino de lo superfluo, y lo pasajero, pocas cosas parecen perdurar, no nos detenemos ante la reflexión.

Pero si Kapuscinski hubiera adoptado tales formas, y no se hubiese adentrado al corazón del África, con su gente, su magia, con sus enormes ciudades de deshechos y sus interminables despojos, tal vez nunca habría escrito Ébano.


Que distantes parecen los mundos que Kapuscinski relata en su obra, donde “la vida se detiene a medio día” por la brutalidad con la que el sol azota lo mismo las grandes planicies de Somalia o las interminables dunas del Sahara. Que apartados se imagina la gran sabana africana donde el “espíritu de África” “camina y reina, allá donde al elefante no lo puede vencer ningún animal”

Y así debe ser, al reportero no lo debe vencer ningún animal, ninguna corporación y mucho menos el tiempo, el interminable tiempo…

Es difícil imaginar un continente tan devastado y carcomido. África es la versión más descarnada de la lucha de los hombres, ésta en la que pocos ganan y al contrario muchos pierden. África con sus grandes extensiones de tierra, África con sus miles de guerras, África con su magia, África con su orgullo, sigue en pie…

Si el fin de los grandes reporteros no ha llegado, si en el mundo aún existen interminables historias, igual de fascinantes e igual de crueles, deben ser contadas. La lucha está en cada hombre, mujer que se aventura a lo desconocido, a lo que no se ha narrado porque nadie ha tenido el valor de hacerlo, he ahí la oportunidad de todos, mí oportunidad.

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