jueves, 21 de febrero de 2008

Un día más con vida


Por: Fuguemann

 

Ryszard Kapuscinski relata en éste libro uno de los episodios más cruentos en el África del siglo XX.  El hombre de origen polaco, graduado en historia y arte ve pasar antes sus ojos, escenas cargadas de profunda soledad y violencia. Una intensa lucha entre su vocación periodística y el temor de cualquier humano se desatan, como producto de esta batalla, Kapuscincinsky deja un documento para la posteridad; un escrito que narra desde un punto de vista muy humano, la guerra que traería la independencia de la nación de Angola.

 

Allá, en uno de los lugares más alejados de nuestro México, existe un lugar inhóspito, como olvidado por el tiempo. La sangre derramada, es la vena sangrante de una nación que clama justicia y libertad desde hace más de 500 años. Lo sé porque así es como descifró las líneas de “ Un día más con vida”.

 

Desde el mismo título se puede comenzar a imaginar lo agradecido que el autor está por tener un día más. Al recorrer sus páginas y comenzar a imaginar la ciudad de Luanda en un vacío intoxicante,  uno puede perderse por sus calles y soñar con la soledad de sus habitantes.

 

El texto está cargado de sensaciones, olores, paisajes trazados por la letras. Existe una descripción a conciencia de las cosas. Durante  la narración perdura este sentimiento subjetivo del autor, que describe cuanto ve y siente, algo que lo hace aún más entrañable con el lector.

 

Si bien la guerra es uno de los actos más reprochables del hombre, por la inmundicia y el dolor que estas causan, es imprescindible contar con el testimonio de alguien que vio la crudeza de la barbarie. Su andar que empieza en Luanda, lo lleva a recorrer los largos y ásperos caminos de la sufrida Angola.

 

Su viaje es una constante sensación de incertidumbre, la guerra entre etnias, hace a la nación africana un lugar de todos y de nadie. Su paso por terrenos desprovistos de las cosas más elementales, recrudecen lo que el sol y su furia  hace aún más evidente, la pobreza y el saqueo del que han sido víctimas.

 

Es cierto que la historia no me parece tan redonda cómo lo hubiera deseado, si existe, un grado de complejidad en ella. Es decir; la historia empieza muy bien, nos describe el panorama de la salida de los extranjeros, la inminencia de una guerra. Después hace un recorrido por las extensas praderas y desiertos, conoce la muerte y lo duro del conflicto, pero al final falta fuerza en sus palabras, no termina contundentemente la crónica.

 

Pienso que por momentos deja de lado el contexto dentro de la historia, se detiene tanto a contar sus cosas y lo que ve, que a veces parece olvidarse que el lector necesita entender esa realidad trasladarse y entender porque tantos horrores. Es cierto que al final existe esté apartado de A B C, y en el los datos duros conviven, pero en mi particular opinión, bien pudo insertarlos durante su texto.

 

Rescato la labor de estar dentro del conflicto, ese deseo que perdura, su vocación periodística. Muchas veces hablamos, vociferamos sin conocer desde las entrañas los problemas, no existe un análisis de fondo, no existe la investigación, sólo reproducimos lo que escuchamos desde los medios.  El periodista de escritorio no debería existir más, y me parece que Kapuscinski les da un buen ejemplo al estar inmerso hasta el final.

 

El texto es fluido, hay ideas concretas, descripciones que en momentos encierran un trasfondo poético. Veo leones, muertos, aves, bosques, niños convertidos en guerreros,. Escucho balas, estallidos, el motor de un camión viejo. Huelo sangre, basura, cigarros y más.

 

Creo que lo anterior es de suma importancia, que la persona que lo está leyendo en verdad pueda experimentar, aunque sea en el fondo de su mente todo lo que el escritor explica y narra. Que se imagine el viento golpeando su rostro, el jeep a gran velocidad, el avión volando sobre Benguela. Y durante la crónica yo lo imagine más de una ocasión.

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